Todavía colean los ecos de la justa indignación y condena del mundo occidental a los atentados yihadistas de París. El hecho de sufrir el terrorismo de cerca, y que se contemple la amenaza real que supone para nosotros, hace comprensible la atención y necesario el debate. Sin embargo, contrasta con la escasa atención que en nuestro debate público se está dando a la barbarie yihadista en su origen, como si fuera propio de nuestra sociedad atender a las consecuencias sin afrontar las verdaderas raíces de los problemas.
Sólo así puede explicarse el silencio o la escasa relevancia que en la mayoría de los medios de comunicación se da a lo que está sucediendo en lugares como Níger, Nigeria o Camerún, que se ha denunciado el secuestro de 80 personas, entre ellas decenas de niños. Parece que en Occidente no nos importa el problema Boko Haram
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