Llevamos una racha terrible. Casi todos los días asaltan una capilla o una iglesia parroquial, rompiendo lo que haya que romper: puertas, ventanas o hasta el tejado.
En el mejor de los casos, no profanan el sagrario, aunque no siempre se tiene esa buena suerte. Para robar nada, o casi nada, lo destrozan todo.
Hay que reaccionar de algún modo: eclesialmente, socialmente y, por supuesto, policial y judicialmente. Pero esto no puede seguir así.
Guillermo Juan Morado.
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