(ZENIT – Roma).- El papa Francisco autorizó este martes la promulgación de los decretos relativos a varias causas de canonización. Entre estos se encuentra el decreto sobre la heroicidad de las virtudes de Montse Grases (1941-1959), una joven del Opus Dei fallecida a los 17 años.
Al conocer el anuncio realizado por la Santa Sede, el prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, ha dicho: “Agradezco de corazón al Señor este paso en la causa de beatificación de Montse, una muchacha con una vida breve, pero que ha sido un auténtico don de Dios para quienes la trataron y también para aquellos que la han conocido después de su dies natalis, de su marcha al cielo”.
Además, ha señalado en un comunicado enviado a los medios, que Montse Grases “correspondió desde una temprana edad al amor de Dios en medio del mundo y procuró ser piadosa, trabajar bien –aprovechando sus cualidades– con afán de servicio, con disposición permanente de atender generosamente a los demás, olvidada de sí misma. Siguió fielmente al Señor cuando la llamó a formar parte del Opus Dei y buscó caminar –a través de una existencia común a la mayoría de las mujeres– muy unida a Él, también mientras padeció un cáncer que le ocasionó la muerte y que le provocaba dolores muy intensos. Intentó acabar con delicadeza sobrenatural sus ocupaciones diarias, por amor a Dios y a los demás, y se propuso acercar sus muchas amistades a Jesús”.
Finalmente, monseñor Javier Echevarría ha señalado que tiene “la ilusión de que el ejemplo de Montse continúe ayudando a muchas chicas y a muchos chicos jóvenes a plantearse una vida de generosa entrega al Señor en el matrimonio, en el celibato apostólico, en la vida religiosa y en el sacerdocio”.
Biografía
María Montserrat Grases García –Montse– nació en Barcelona, el 10 de julio de 1941. Fue la segunda de nueve hijos. Su temperamento era vivaz y espontáneo. En el hogar familiar asimiló algunos de los rasgos distintivos de su carácter: la alegría, la sencillez, la generosidad y la preocupación por los demás. Le gustaban los deportes, la música, las danzas populares de su tierra y participar en obras de teatro. Tenía muchos amigos.
Sus padres le enseñaron a tratar a Dios con confianza y, conforme crecía, la ayudaron a luchar por vivir las virtudes cristianas y a consolidar su vida espiritual. En 1954, comenzó a frecuentar un centro del Opus Dei. Los medios de formación cristiana que recibió allí contribuyeron en su maduración humana y espiritual.
A los dieciséis años, se dio cuenta de que Dios la llamaba a este camino de la Iglesia y tras meditar, orar y pedir consejo solicitó ser admitida en el Opus Dei. A partir de entonces, se empeñó con mayor decisión y constancia en buscar la santidad en su vida cotidiana. Se esforzó por tener un trato constante con Dios, descubrir la voluntad divina en el cumplimiento de sus deberes, cuidar, por amor, los pequeños detalles y hacer la vida amable a quienes la rodeaban. Logró transmitir a muchos de sus parientes y amigos la paz que da vivir cerca de Dios.
Poco antes de cumplir los diecisiete años, le diagnosticaron un cáncer (sarcoma de Ewing) en el fémur de la pierna izquierda. La enfermedad duró nueve meses y le ocasionó dolores muy intensos, que aceptó con serenidad y con fortaleza. También mientras estuvo enferma, manifestó una alegría contagiosa. Acercó a Dios a muchas amigas y compañeras de clase que iban a visitarla. Encontró a Jesús y a la Virgen en el dolor. Los que estuvieron cerca de ella fueron testigos de su progresiva unión con Dios. Una de sus amigas afirma que, cuando la veía rezar, palpaba su proximidad con Cristo.
Murió el 26 de marzo de 1959, Jueves Santo. Muchas personas manifestaron que su vida había sido heroica y ejemplar. Desde entonces, esta fama de santidad ha ido aumentando progresivamente.
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