“Es el amor de Cristo que nos empuja a la renovación personal y comunitaria para fortalecer el compromiso de salir y anunciar el Evangelio. Para esto será necesario volver a mirar las raíces, ver dónde están arraigados, cuál es la savia que da vida a sus comunidades y a las obras que realizan, en cada rincón del mundo donde están presentes. Desde esta mirada a los orígenes, quisiera reflexionar en torno a tres palabras: confianza, anuncio y hermanos”, explicó.
El Papa preguntó: “¿Hasta dónde llega nuestra confianza en Dios, en su amor providente y misericordioso? ¿Estamos dispuestos a arriesgar, a ser valientes y decididos en nuestra misión?”:
Por otro lado, les aconsejó que “si están anclados en la Palabra de Dios, enraizados en ella, si la asumen como fundamento de sus vidas y dejan que esta arda en sus corazones, los irá transformando y hará de cada uno de ustedes un verdadero misionero”. “Vivan y déjense santificar por la Palabra de Dios, y vivirán para ella”, invitó.
Francisco recordó que “no estamos solos, somos Iglesia, somos un Pueblo” e hizo hincapié en prestar atención de aquellos “excluidos por la sociedad, abandonados a su suerte, pisoteados por intereses egoístas... Ellos también son nuestros hermanos que necesitan nuestra ayuda y experimentar la presencia de Dios que sale a su encuentro”.
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