Conmemoración de los difuntos: Saber esperar, mirar el horizonte

(ZENIT – 2 noviembre 2018).- La liturgia de hoy es real, es concreta. Nos encuadra en las tres dimensiones de la vida, en dimensiones que incluso los niños comprenden: el pasado, el futuro y el presente.

Hoy es un día del memoria del pasado, un día para recordar a quienes caminaron antes que nosotros, quienes también nos acompañaron, nos dieron la vida. Recordar, hacer memoria. La memoria es lo que hace que un pueblo sea fuerte, porque se siente enraizado en un camino, enraizado en una historia, enraizado en un pueblo. La memoria nos hace entender que no estamos solos, que somos un pueblo: un pueblo que tiene historia, que tiene pasado, que tiene vida. Memoria de tantos que han compartido un camino con nosotros, y están aquí [indica las tumbas alrededor]. No es fácil hacer memoria. Nosotros, muchas veces, luchamos para regresar con el pensamiento de lo que sucedió en mi vida, en mi familia, en mi pueblo … Pero hoy es un día de memoria, la memoria que nos lleva a las raíces: a las raíces de la vida, a las raíces de mi pueblo.

Y hoy también es un día de esperanza: la segunda lectura nos hizo ver qué es la esperanza lo que nos espera. Una tierra nueva, una nueva ciudad santa de Jerusalén. Hermosa es la imagen que utiliza para describir aquello que nos espera: “Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios engalanada como una novia ataviada para su esposo” (cf. Ap 21: 2). Nos espera la belleza … Memoria y esperanza, esperanza de encontrarnos, esperanza de llegar donde está el Amor que nos creó, donde está el Amor esperándonos: el amor del Padre.

Y entre la memoria y la esperanza está la tercera dimensión, la del camino que debemos recorrer, que es ¿Cómo hacer el camino sin cometer errores? ¿Cuáles son las luces que me ayudarán a no cometer un error? ¿Cuál es el “navegador” que Dios mismo nos ha dado, para no equivocarnos de camino? Son las bienaventuranzas que Jesús nos enseñó en el evangelio. Estas Bienaventuranzas (mansedumbre, pobreza de espíritu, justicia, misericordia, pureza de corazón) son las luces que nos acompañan para no equivocarnos de camino: este es nuestro presente.

En este cementerio están las tres dimensiones de la vida: la memoria, la tenemos aquí presente [indica las tumbas]; la Esperanza, que la celebraremos ahora en la fe; y las luces para guiarnos en el camino, para no equivocarnos de camino, esas luces las hemos escuchado en el Evangelio: son las Bienaventuranzas.

Hoy le pedimos al Señor que nos brinde la gracia de no perder nunca la memoria, nunca esconder nuestra memoria, la memoria de personas, la memoria familiar, la memoria de pueblo; y que nos dé la gracia de la esperanza: de saber esperar, de mirar el horizonte, no permanecer cerrado frente a una pared. Siempre mira el horizonte y la esperanza. Y que nos de la gracia de entender cuáles son las luces que nos acompañarán en el camino para no equivocarnos, y así poder llegar a donde nos están esperando con tanto amor.

 

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4:00:00 a.m.

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