Recuerda el Papa que en “la libertad religiosa se expresa la especificidad de la persona humana, por la que puede ordenar la propia vida personal y social a Dios, a cuya luz se comprende plenamente la identidad, el sentido y el fin de la persona”. Y añade que “negar o limitar de manera arbitraria esa libertad, significa cultivar una visión reductiva de la persona humana; oscurecer el papel público de la religión; generar una sociedad injusta, que no se ajusta a la verdadera naturaleza de la persona humana y hacer imposible la afirmación de una paz auténtica y estable para toda la familia humana”.
El documento pontificio reflexiona sobre temas tan diversos como el Derecho sagrado a la vida y a una vida espiritual; libertad religiosa y el respeto recíproco; la familia, escuela de libertad y de paz; la libertad religiosa como patrimonio común; la dimensión pública de la religión y la libertad religiosa como fuerza de libertad y de civilización y los peligros que conlleva su instrumentalización, entre ellos la subversión del orden constituido, la acumulación de recursos o la retención del poder por parte de un grupo, puede provocar daños enormes a la sociedad.
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