Hacía tiempo que quería hablar de Manzoni y de su novela I promessi sposi (Los novios). En los años 60 el profesor Jordi Nadal, catedrático de Historia Económica de España en la Facultad de Ciencias Económicas de la UB, en uno de los primeros días de clase nos recomendó leer este libro. Yo quedé un poco sorprendido: ¿qué tiene que ver un libro de literatura sobre unos novios con la economía? Pasaron unos meses y no se me ocurrió leerlo. Pasaron años y tampoco. Me olvidé, aunque de vez en cuando me resonaba en la cabeza la frase del Dr. Nadal: "Deben leer I promessi sposi!". Pasó un montón de años y tampoco lo había leído.
Hace unos meses el Papa Francisco en la catequesis sobre la familia habló del noviazgo y citó I promessi sposi. Dijo: “Y vosotros italianos, en vuestra literatura tenéis una obra maestra sobre el noviazgo I promessi sposi - Los novios. Es necesario que los jóvenes la conozcan, que la lean; es una obra maestra donde se cuenta la historia de los novios que sufrieron mucho, recorrieron un camino con muchas dificultades hasta llegar al final, al matrimonio. No dejéis a un lado esta obra maestra sobre el noviazgo que la literatura italiana os ofrece precisamente a vosotros. Seguid adelante, leedlo y veréis la belleza, el sufrimiento, pero también la fidelidad de los novios”.
Decidí leerlo. A los pocos días, buscando una edición de la Divina Comedia traducida por Sagarra en una librería de libro antiguo, el tendero dudaba si la tenía o no y yo le señalé el lomo de un libro de color verde, en un estante de la librería, que me parecía que era lo que yo buscaba… Lo miró y me dijo: "No, es Los novios de Manzoni". No me lo podía creer. "¡Me lo llevo!". Era la oportunidad, el momento, el kairós. Empecé a leerla… y en dos días la terminé. No podía parar.
Alessandro Francesco Tommaso Manzoni (1785-1873) nació en Milán. Hijo de una relación adulterina de su madre, fue educado en colegios religiosos donde adquirió una buena formación clásica y gusto literario, a pesar le costara aceptar el ambiente disciplinario de la escuela y lo dejase marcado durante un largo tiempo como anticlerical.
Cuando tiene siete años los padres se separan y él va a vivir con su madre, primero en Londres y luego en París. A los 18 años regresa a Milán y vive con su padre en un ambiente frívolo dentro la aristocracia y la burguesía milanesa. Aquí comenzará su experiencia como poeta neoclásico inspirado por Horacio y Virgilio. A los 20 vuelve un par de años con su madre en Francia. Conoce a Claude Fauriel que le da a conocer Voltaire y se impregna de la cultura francesa en el arte y la filosofía y conoce la evolución del racionalismo hacia el romanticismo. Aquí aparece oficialmente como poeta con Urania.
Nuevamente en Milán, en 1808 se casa con Henriette Blondel, calvinista. En 1810 se establecen en Paris y allí conoce a un sacerdote jansenista que hace que él retorne a la práctica religiosa y ella se convierta al catolicismo. Este retorno a la fe fue por Manzoni la consecuencia lógica de la disolución del mito de la razón, concebida entonces como fuente de juicio perennemente válida y cierta. En 1833 muere su esposa y en pocos años mueren también, prematuramente, algunos de sus hijos. Cuatro años más tarde contrae nuevo matrimonio.
Autor de poesías, tragedias, ensayos y escritos sobre diferentes temas, su obra más famosa y conocida es I promessi sposi (Los novios), novela histórica, primer exponente de la novela italiana moderna y un intento renovador de la narrativa italiana de la época. La Divina Comedia del Dante y I promessi sposi son una referencia básica dentro de la literatura italiana y son las obras de literatura más importantes y estudiadas en Italia.
La novela pasa en la Italia de principios del siglo XVII, durante la época del gobierno español. Manzoni aprovecha para atacar a Austria, que entonces controlaba la región, y relata, de manera magníficamente contada, la peste milanesa de 1630. Los novios está ambientada en el norte de Italia, en la Lombardía, en la bonita región del lago Como, zona que Manzoni conoce a la perfección y que sus opiniones le han quedado grabadas profundamente desde la infancia lo que hace que el poeta describa los lugares con gran claridad y riqueza de detalles. Los novios es un libro maravilloso y divertido, es una bella historia de aventuras, amor, pasiones, odios, sufrimientos y fidelidad. Renzo y Lucía, dos jóvenes campesinos prometidos, a punto de casarse, se ven forzados a separarse víctimas de la maquinación criminal de don Rodrigo, uno de los "señores" del pueblo y que, tras diferentes aventuras –un motín en Milán, la peste, asesinatos, bandolerismo, la intervención del poder eclesiástico…– se reencuentran y se casan.
Manzoni empezó esta obra con el título de Fermo e Lucía, y la terminó en 1822. Pero la lengua utilizada era una mezcla de lombardo, toscano, francés y latín y entre 1824 y 1827 la revisa con sus amigos y hace una nueva versión: Los prometidos, historia milanesa del siglo XVII. Pero aún no quedó satisfecho ya que la lengua utilizada era demasiado vinculada a sus orígenes lombardos y en 1827 va a Florencia para aprender la lengua florentina –más culta y característica de Italia que la lengua lombarda y que le llevará a escribir en 1868 Dell'unità della Lingua– y someter su obra a una revisión lingüística profunda inspirada en el modelo florentino. Como dice él mismo, fui a Florencia por la risciacquatura in Arno, a "lavar la ropa en las aguas del Arno", el río de Florencia, la tierra del Dante. Hizo una revisión lingüística profunda, cambió capítulos y episodios y en 1842 apareció la versión definitiva que es la que comentamos: I promessi sposi. Goethe dijo que "la novela de Manzoni supera, en mucho, todas las obras de este tipo que podamos conocer".
Según el crítico literario Attilio Momigliano el protagonista real de la novela es la Divina Providencia, es una «epopeya de la providencia». Al final del libro Manzoni dice: “Después de debatirse largamente y buscar juntos, concluyeron que los problemas a menudo vienen, sí, porque les damos motivo para ello; pero que la conducta más cauta e inocente no es suficiente para mantenerlos lejos; y que cuando vienen, con culpa o sin ella, la confianza en Dios los dulcifica, y los hace útiles para una vida mejor. Esta conclusión, aunque la encuentra la gente pobre, nos ha parecido tan justa, que hemos pensado en ponerla aquí, como el jugo de toda esta historia…”
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