(AVAN) El Cardenal, que ha inaugurado en la tarde del lunes 29 de febrero unas jornadas sobre el 50 aniversario de la fundación de la CEE en la Facultad de Teología «San Vicente Ferrer» de Valencia, ha indicado que la Conferencia Episcopal «es uno de los frutos más destacables del Concilio Vaticano II».
Desde su constitución en 1966, la CEE «ha cumplido con su cometido, ha constituido un valioso instrumento de comunión hasta nuestros días y ha tenido un gran protagonismo en diversos momentos y ha marcado con claridad y sentido de fe el camino a seguir de renovación eclesial y de presencia visible de la Iglesia en la sociedad española», ha señalado el purpurado.
«Sin la CEE hubiera sido inevitable una visión muy reductiva de los problemas de la Iglesia», ha aclarado el Cardenal, quien ha añadido que «ha sido un instrumento providencial que ha permitido e impulsado la misión común de la Iglesia en España, de las diócesis y de los obispos entre sí, y un factor dinamizador de las iglesias particulares que se han visto enriquecidas por el afecto colegial que las ha animado».
Igualmente, el Arzobispo de Valencia ha hecho una evolución histórica y ha precisado que los primeros años después de la constitución de la Conferencia Episcopal «fueron tranquilos, de aprendizaje y de cierto entusiasmo y preocupación común por todas las iglesias y un deseo de verdadera comunión en la aplicación fielmente del Concilio, además de otras tareas como la preocupación por los sacerdotes y por el apostolado seglar».
Pero ante los «planteamientos internos de reformas con un lenguaje y una orientación nueva» y las «dificultades que estaban emergiendo en la aplicación de la renovación eclesial conciliar, España no fue una isla, e influyeron corrientes teológicas y filosóficas también en la CEE». En aquel momento «estaba en juego cómo leer e interpretar el Concilio y cómo aplicar la renovación conciliar».
Desconcierto doctrinal y litúrgico
Las primeras reformas respecto a la catequesis trajeron un «desconcierto doctrinal» y la reforma litúrgica «pudo haber sido francamente mejorable en España» porque «aunque cambiaron las formas, no entró -y lo estamos viendo en estos momentos- el sentido litúrgico de verdad», e «incluso se divulgaron posturas y actitudes que nos llevaron a una secularización de la litugia, una secularización interna de la Iglesia, porque se veía la Liturgia simplemente como una obra humana».
El cardenal ha subrayado también la «obra de sensibilización» que realizó entonces la CEE «ante el tema de la educación y la libertad de enseñanza, que fue el artículo que más costó de la Constitución de 1978» y ha evocado cómo a finales de los 70 «se acentuaron las tensiones entre el clero, que quería ver ya la reforma conciliar, los seglares y religiosos y la jerarquía eclesiástica». Ante esta realidad, los obispos «se situaron con prudencia, teniendo en cuenta la situación del momento, a la hora de aplicar el Vaticano II».
Al respecto, el prelado ha explicado que «no se puede achacar a los obispos que mantuvieran una actitud de sumisión respecto del anterior régimen como señalan algunos tópicos, que circulaban y circulan, o que se aferrasen a una posición numantina frente al cambio». Además, en aquellos años «era de vital importancia que la Santa Sede nombrara con plena libertad nuevos obispos en sustitución de otros por edad», ha precisado.
«La presencia del cardenal Tarancón, decisiva»
«Eran años de cambios en los que había disensiones que se dejaban traslucir al exterior de la CEE, también incertidumbres y esperanzas que había que encauzar» y a este respecto «la presidencia del cardenal Tarancón fue decisiva, ya que luchó por sus ideas claves, la independencia de la Iglesia respecto al poder político y la no identificación de la Iglesia con el régimen». Los años de su mandato «fueron años de profundos cambios sociales ante los que la Iglesia y la CEE tuvieron que pronunciarse y en los que ambas jugaron un papel muy importante y decisivo».
Pero, además, la CEE tuvo «otras preocupaciones pastorales, por la fe, la moral y las costumbres del pueblo español» y también por la situación del clero. En sus 50 años de historia ha destacado por su «dedicación al anuncio del Evangelio y por su sensibilidad por los crecientes problemas de la justicia social», ha expresado.
En su conferencia, don Antonio ha destacado los documentos publicados por la CEE, en especial el plan pastoral «Al servicio de la fe» y las obras «Testigos del Dios vivo», «Católicos en la vida pública» y «La verdad os hará libres», entre otros, y finalmente ha subrayado que la última etapa «con los cardenales Rouco y Blázquez al frente, con los que la CEE sigue siendo instrumento de comunión, motor y aliento de la Iglesia en España sin disminuir la autonomía de las iglesias locales».
En la inauguración han estado presentes el obispo auxiliar de Valencia, Mons Esteban Escudero; el rector de la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir (UCV), Ignacio Sánchez Cámara; Javier Herrera García-Canturri, director general de Cooperación Jurídica Internacional y Relaciones con las Confesiones del Ministerio de Justicia, que ha pronunciado la conferencia «El marco legal de la libertad religiosa en España»; Ricardo García García, catedrático acreditado de Derecho Eclesiástico, vicerrector general y de Planificación Estratégica de la UCV, que ha presentado a Javier Herrera; Vicente Botella, rector de la facultad de Teología, y Juan Damián Gandía, decano de la Facultad de Derecho Canónico de Valencia, integrada en la UCV.
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