(El País) Benabderrahmane dirige un centro de reflexión islámica y da cursos para jóvenes en las mezquitas de todo Bélgica. «Todos los días veo chicos radicalizados que creen que solo hay una versión del islam», se lamenta.
¿Cómo es posible que haya tantos jóvenes musulmanes en Europa que crean a pies juntillas la distorsión del islam que propaga el Estado Islámico?
Desde los años ochenta, el islam europeo ha estado representado fundamentalmente por la escuela salafista y la de los hermanos musulmanes. Esa base teológica clásica nunca se ha cuestionado. Los imanes aquí imitaban a los de Arabia Saudí, empeñados en aislar a los musulmanes del resto de la sociedad. Han ido imponiendo fatuas [edictos] como las de que dar la mano a una mujer o decir a tu vecino feliz navidad es haram. Ese es el discurso que ha escuchado la juventud europea y para ellos eso es el islam. Empiezan a autoimponerse reglas que el islam no ordena porque creen que ese es el islam verdadero. Ese es el inicio de la radicalización y el movimiento yihadista se apoya en estas ideas. Los grupos radicales las instrumentalizan a favor de su causa. Todos los días veo chicos radicalizados que creen que solo hay una versión del islam.
¿Qué hace que den el paso de la ideología salafista al terrorismo?
Ahí es donde entra en juego el reclutamiento que se hace en familia, entre amigos o a través de Internet. Es cuando empiezan a considerar el discurso de las mezquitas y de las instituciones ilegítimo. La mayoría son jóvenes ignorantes, que no conocen el islam.
¿Cómo se les puede frenar?
Hay que hacer una deconstrucción de sus ideas con argumentos teológicos. Hay que hacer un trabajo de fondo para desmontar las ideas de la yihad, del martirio. La familia de Bilal Hadfi [uno de los terroristas suicidas de París] me vino a ver después de los atentados de París y me preguntó si su hijo era un mártir. Les dije que ni hablar, que era un criminal y punto.
¿Están los imanes europeos en condiciones de hacer ese trabajo?
La mayoría de los imanes no se enfrentan ni conocen la realidad social. Para empezar porque no son europeos y porque importan fatuas de otros países, a miles de kilómetros de distancia y con una realidad social totalmente diferente.
Ustedes, los reformistas, ¿están perdiendo la batalla?
Sí. El discurso salafista ha conseguido deslegitimar a los imanes de las mezquitas. Hay que restablecer al confianza de los jóvenes, pero para eso, los imanes tienen que tener más nivel.
¿Es necesaria una reforma del islam?
Es inevitable. Sin una reforma jurídica, de interpretación de los textos, nos estamparemos contra un muro. Tenemos que evolucionar al ritmo del resto de la humanidad. En el islam hay muchas voces progresistas, pero están dispersas. El islam tradicional está ganando la batalla y cada vez tiene más fuerza.
Los extremistas se alimentan de la confrontación y la creciente separación entre musulmanes y no musulmanes.
Ese es el gran caballo de batalla. Los salafistas no tienen un discurso de cohesión social, al contrario. Tratan de enfrentar a los musulmanes con el resto de la sociedad y eso no tienen ningún fundamento teológico. El discurso salafista ha lanzado una OPA sobre el islam.
¿Qué le dice usted a los jóvenes que quieren irse a Siria para ayudar a sus hermanos musulmanes?
Que cuando el pueblo sirio se levantó [2011], no pidió el establecimiento de la sharía [ley islámica], pidió la libertad y la caída de Bachar el Asad. Yo les digo que Daesh nunca ha servido al pueblo sirio ni iraquí, que el único que se ha beneficiado de lo que ha pasado en París y en Bruselas ha sido El Asad. Que si quieren servir la causa justa del pueblo sirio no lo van a conseguir con la violencia. No se sirve una causa justa con medios injustos. Que los muertos del Bataclán o del aeropuerto [de Bruselas] no tienen ninguna culpa de lo que pasa en Siria.
Se habla mucho de que los padres han perdido el control de sus hijos.
Es verdad. Hay una ausencia de autoridad parental. Cuando cumplen 12 o 13 años, ya hacen lo que quieren. Para ellos sus padres no saben nada, que no se enteran. Ellos [los jóvenes] han nacido aquí, conocen la lengua, las instituciones.
A Salah Abdeslam, uno de los terroristas de París, la policía le encontró en Molenbeek. Es difícil pensar que la comunidad no le ha encubierto.
También hay que deconstruir el concepto de colaboración. Los colaboradores no están bien vistos. Hay que explicar que por el bien de nuestra religión tienen que informar.
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