Según la tradición, la niña María fue llevada al Templo por sus padres para que integrara el grupo de doncellas que allí eran consagradas a Dios e instruidas en la piedad.
Según el “Protoevangelio de Santiago”, una fuente cristiana que no está incluida en el Canon de la Biblia, la Virgen fue recibida por el sacerdote, que la bendijo y exclamó: “El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel”.
“El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó, haciéndose querer de toda la casa de Israel”, añade el texto.
En el S. VI ya se celebraba esta Fiesta en el Oriente. En 1372, el Papa Gregorio XI la introdujo en Aviñón y posteriormente el Papa Sixto V la extendió a toda la Iglesia.
En esta fecha también se recuerda la Dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva, en el año 543, y edificada cerca del Templo de Jerusalén.
El 21 de noviembre de 1953, el Papa Pío XII instituyó este día como la “Jornada Pro Orantibus”, en honor a las comunidades religiosas de clausura.
Por ello, el Papa Francisco en el 2014 animó a que sea “una ocasión oportuna para agradecer al Señor por el don de tantas personas que, en los monasterios y en las ermitas, se dedican a Dios en la oración y en el silencio activo, reconociéndole aquella primacía que sólo a Él le corresponde”.
“Demos gracias al Señor por los testimonios de vida claustral y no les hagamos faltar nuestro apoyo espiritual y material, para cumplir esta importante misión”, enfatizó el Pontífice.
Más información en: https://www.aciprensa.com/santos/santo.php?id=610
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