La Eucaristía se celebró dentro de la Basílica de San Pedro con más de 4.000 personas, entre presos y ex reclusos, familiares de los detenidos, agentes de la policía penitenciaria italiana, y otros trabajadores penitenciarios y capellanes de las cárceles.
“La esperanza es don de Dios”, aseguró Francisco. “Está ubicada en lo más profundo del corazón de cada persona para que pueda iluminar con su luz el presente, muchas veces turbado y ofuscado por tantas situaciones que conllevan tristeza y dolor”.
El Papa señaló que tenemos la “certeza de la presencia y de la compasión de Dios, no obstante el mal que hemos cometido”.
El Santo Padre recordó a los presentes que “ciertamente, la falta de respeto por la ley conlleva la condena, y la privación de libertad es la forma más dura de descontar una pena, porque toca la persona en su núcleo más íntimo. Y todavía así, la esperanza no puede perderse”.
“Una cosa es lo que merecemos por el mal que hicimos, y otra cosa distinta es el ‘respiro’ de la esperanza, que no puede sofocarlo nada ni nadie”.
En este sentido, señaló, “la esperanza es la prueba interior de la fuerza de la Misericordia de Dios, que nos pide mirar hacia adelante y vencer la atracción hacia el mal y el pecado con la fe y la confianza en Él”.
“A veces –destacó el Papa–, una cierta hipocresía lleva a ver solo en ustedes personas que se han equivocado, para las que el único camino es la cárcel. No se piensa en la posibilidad de cambiar de vida, hay poca confianza en la rehabilitación. Pero de este modo se olvida que todos somos pecadores y, muchas veces, somos prisioneros sin darnos cuenta”.
El Papa advirtió contra los prejuicios y los falsos ídolos que nos impiden perdonar y mirar con misericordia a los que se han equivocado y que están pagando un precio por sus errores.
“Cuando se permanece encerrados en los propios prejuicios, o se es esclavo de los ídolos de un falso bienestar, cuando uno se mueve dentro de esquemas ideológicos o absolutiza leyes de mercado que aplastan a las personas, en realidad no se hace otra cosa que estar entre las estrechas paredes de la celda del individualismo y de la autosuficiencia, privados de la verdad que genera la libertad. Y señalar con el dedo a quien se ha equivocado no puede ser una excusa para esconder las propias contradicciones”.
Frente a esa actitud, Francisco aseguró que “nadie puede vivir sin la certeza de encontrar el perdón. El ladrón arrepentido, crucificado junto a Jesús, lo ha acompañado en el paraíso”.
“Ninguno de ustedes –exhortó a los reclusos–, se encierre en el pasado. La historia pasada, aunque lo quisiéramos, no puede ser escrita de nuevo. Pero la historia que inicia hoy, y que mira al futuro, está todavía sin escribir, con la gracia de Dios y con su responsabilidad personal”.
“Aprendiendo de los errores del pasado, se puede abrir un nuevo capítulo de la vida. No caigamos en la tentación de pensar que no podemos ser perdonados”.
“Donde se responde a la violencia con el perdón, allí también el amor que derrota toda forma de mal puede conquistar el corazón de quien se ha equivocado. Y así, entre las víctimas y entre los culpables, Dios suscita auténticos testimonios y obreros de la Misericordia”, concluyó.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 5 de noviembre de 2016
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