La recreación de la vía dolorosa de Jesucristo, a la que el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio asistía mezclado entre los fieles, se inició en la intersección de la avenida de Mayo y la calle Bernardo de Irigoyen, y las 14 estaciones fueron rezadas a lo largo de la Avenida de Mayo.
“La cruz nos recuerda el sacrificio del amor de Jesús. Pero no seguimos a un Dios muerto, seguimos un amor de la vida. La cruz nos dice que no le tengamos miedo a la muerte, que sigamos apostando por la vida”, sostuvo el Cardenal Poli en su reflexión en la Plaza de Mayo, antes de ingresar a la catedral metropolitana.
El Purpurado destacó la diversidad de “raíces” en la Argentina y destacó que “desde los primeros que nos dieron la nacionalidad, nos dieron una cultura de la vida”, incluidos nuestros congresales, en Tucumán, mirando la cruz, al garantizarnos la independencia.
“Pero, ¡cómo nos cuesta a los argentinos perseverar en la cultura de la vida! Sin embargo, mirando a Jesús en la cruz, al Señor de la vida, hoy nos dice ‘no bajen los brazos’, no tengan miedo a la muerte, sigan caminando”, añadió.
Además, recordó que la Argentina siempre fue “generosa con los inmigrantes”.
“Siempre estuvo con los brazos abiertos”, afirmó y preguntó: “¿Cómo retomar la vocación samaritana de la Argentina?”. “Mirando la cruz”, respondió.
Y pidió que el Señor nos anime a seguir caminando, a trabajar por una “cultura de la vida”.
“Que cada uno se comprometa ante el Cristo para que nuestra Argentina sea más samaritana y que la vida sea el cantico de los argentinos. Qué el señor nos conceda trabajar para nuestros hermanos, ser para los demás, y tener los sentimientos de este Dios que no fue insensible, que subió a la cruz para demostrarnos cuanto amor nos tenía”, rogó.
Finalmente, concluyó: “Estamos orgullosos de tener cristos en todos lados porque nos recuerda la puerta abierta al Cielo, a toda generosidad, a toda bondad para que siempre tengamos abierta la puerta del corazón”.
El Arzobispo estaba acompañado en el estrado por los obispos auxiliares Mons. Enrique Eguía Seguí y Mons. José María Baliña.
Presidieron la procesión una imagen de la Virgen Dolorosa, realizada en 1870; un estandarte de la Beata María Antonia de Paz y Figueroa (Mama Antula); la cruz de madera llevada por el Cardenal Poli; junto la Cruz de Génova y una imagen de Jesús Nazareno.
Según explicó monseñor Eguía Seguí a la agencia AICA, la presencia de la imagen del Nazareno “recupera una tradición de los años 1700”.
Esta imagen, que estaba en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales ubicada en la avenida Independencia, “no se sacaba desde hace más de sesenta años”, explicó.
“Por impulso de la Beata Mama Antula, se colocaba en la Plaza de Mayo desde el Lunes Santo hasta el Domingo de Resurrección”, relató y destacó la importancia de que este año se hayan reincorporado en la procesión la imagen nazarena y la cruz genovesa.
Al llegar a la Plaza de Mayo, luego de la reflexión del Cardenal Poli sobre un escenario, una imagen del Cristo yacente, flanqueado de antorchas encendidas, fue entrado a la Catedral, donde fue colocado, para ser besado y tocado por quienes quisieran.
La catedral se llenó de gente rezando. Varios sacerdotes impartían el sacramento del perdón en los confesionarios y otros hablaban brevemente con fieles que hacían cola y les daban una bendición con agua bendita.
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