En los días de Semana Santa “toda la historia, todo su sentido, todo el drama del hombre y de la humanidad entera se concentra y esclarece ahí, en lo que celebramos estos días”, explicó el Arzobispo de Valencia. Precisó que el corazón se estremece “al contemplar en silencio, a corazón abierto, sin prejuicios, con corazón sincero, los acontecimientos que esta semana evocamos”.
En ese sentido animó a “recuperar toda la verdad de la Semana Santa, el Misterio de la Pascua”, un tiempo en el que “nos invade el amor infinito y la misericordia incontenible y sin límite, entrañable, del Padre que tanto nos ha amado que nos ha entregado a su propio Hijo”.
“Liturgia, culto popular, arte…, nos introducen e insertan de veras en el misterio mismo de Cristo. Es el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, es el misterio de la pasión de Dios, del Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos. Son, junto con la encarnación y nacimiento de Jesús, los misterios centrales de nuestra fe cristiana y de toda la historia de los hombres”, explicó el Cardenal en su carta.
Ante la gran capacidad del hombre para acostumbrarse a hechos tan relevantes como los que se celebran en Semana Santa, el Cardenal animó a meditar “lo que esto significa” para que nos demos cuenta “de lo que tiene de inaudito”.
“En la Eucaristía que nos dejó como memorial la noche en que iba a ser entregado, se hace real presencia ese Calvario, ese Gólgota de redención, esa Cruz redentora: ¡Cómo no hincarse de rodillas en adoración profunda ante el misterio de la Eucaristía, lo que en ella acontece: es decir, la presencia viviente, el anuncio de su pasión y de su muerte, la proclamación de su resurrección, y el anticipo de su definitiva venida que anhelamos y esperamos! La Eucaristía es su Cuerpo entregado por nosotros”, insistió el Prelado.
Sobre las imágenes de los pasos de las procesiones de Semana Santa, el Cardenal aseguró que “nos ayudan a contemplar el Amor” de Dios y que los artistas que las han realizado han “bebido de la fuente de la fe de la Iglesia, que se alimenta del agua viva de la Palabra de Dios y de la Tradición multisecular de los testigos que han entrado y penetrado en la hondura y la belleza sin par de lo que acaeció en Jerusalén”.
También precisó que “los actos y manifestaciones públicas de estos días no son sino acompañamiento fiel del Cristo paciente, crucificado, en el silencio de la muerte o del sepulcro y de su Madre santísima”
E insistió en que lo que mueve a las miles de personas que participan en las procesiones de Semana Santa “es, sencillamente, vuestra fe, que es la fe de la Iglesia, la verdad de la que somos testigos en ella y por ella”, una fe que es “el relato amoroso, cargado de contenido, de cuanto han oído, visto y vivido por la Tradición que arranca de los Apóstoles”.
Además subrayó que las procesiones de Semana Santa no son “un folclore, ni son, pues, meras costumbres, ni simples expresiones culturales, ni manifestaciones estéticas de unos sentimientos de un pueblo, ni, menos, atracciones turísticas”, sino que son “la expresión, que vuestro interior no puede contener ni guardarse para sí, de la fe en Jesucristo vivida en Iglesia y como Iglesia”.
“No se puede amar las procesiones sin amar a Cristo y amar a la Iglesia por la que Él se ha entregado, o sin amar al hermano o al necesitado, a los crucificados de hoy, con los que Él se identifica” y subrayó que no se debería participar en las procesiones “sin participar en las celebraciones litúrgicas de los misterios de la Cena, la Pasión, Muerte y Resurrección, donde éstos se hacen presencia viva, realidad palpable en la fe, fuerza salvadora”, señaló.
Porque el ir a las procesiones o contemplar su paso “reclama que se haga de manera que se vea y entienda lo que allí está pasando: el drama sobrecogedor, y gozoso al mismo tiempo, del amor de Dios para con los hombres, hecho pasión y cruz perenne, y acontecimiento de resurrección gloriosa”.
En ese sentido alertó del riesgo de “secularizar y mundanizar lo más sagrado, lo más sublime: los padecimientos de Cristo por medio de los cuales se nos hace presente y transparenta el amor infinito del Padre”.
El Cardenal Cañizares también explicó en su carta que lo que da sentido a toda la Semana Santa es que “Cristo vive; ha triunfado sobre la muerte”.
“Esta es la fe que da vida, nuestra fe, la fe de la Iglesia. Y esta es nuestra victoria, el triunfo que celebramos: la fe de la Iglesia que vence al mundo, la que derrota al Maligno, el mal y la muerte”, aseguró.
“La Resurrección es el acontecimiento culminante en que se funda la fe cristiana, nuestra fe, la que motiva todo cuanto se mueve en nuestra Semana Santa”, destacó e insistió en que el culmen de estos días “santos” está en la Resurrección que es “la base última, el fundamento más firme, el cimiento más sólido, que la Iglesia tiene para su esperanza, la raíz de un amor que sin límites se entrega a todos, con predilección por los pobres y afligidos, por encima de los poderes de este mundo y los poderes de muerte que lo destruyen”.
Además aseguró que creer en la Resurrección de Cristo es también creer en “nuestra propia resurrección”.
Por eso afirma que “urge y apremia anunciar a Cristo que ha resucitado de entre los muertos” porque “es la gran alegría”, “la gran esperanza que los hombres necesitan” y subraya que los cristianos celebramos en Semana Santa que “en el rostro humano de Jesús, desfigurado en su Pasión, se nos ha revelado y dado el amor de Dios mismo que no tiene límites ni riberas, que se extiende a todos, preferencialmente a los pobres, a los pecadores y necesitados de misericordia, y se nos ha dado a nosotros para que nosotros, viviendo en ese amor, nos amemos unos a otros como Él nos ha amado”.
Publicar un comentario