El estudio lleva como título “Exposiciones a estrógenos endógenos y exógenos: cómo la salud reproductiva de las mujeres puede impulsar el envejecimiento cerebral e informar la prevención del Alzheimer”, y fue publicado en marzo de este año por la revista científica Frontiers.
La investigación señala que “el sexo femenino es el segundo factor de riesgo más importante para la enfermedad de Alzheimer después de la edad avanzada”, y que este mal “afecta más a mujeres que a hombres, con una proporción de casi 2:1 en muchos países”.
Las mujeres posmenopáusicas, añade, “representan más del 60% de todos los afectados”.
Entrevistada por ACI Prensa, la médico Grazie Christie, miembro Senior de The Catholic Association en Estados Unidos, explicó que “este estudio muestra que la exposición a lo largo de la vida al estrógeno afecta la cognición y la probabilidad de contraer la enfermedad de Alzheimer”.
“Existe una fuerte correlación con el cese repentino del estrógeno, como cuando a las mujeres se les extirpan los ovarios o cuando las mujeres toman tamoxifeno para el cáncer”, indicó.
“El lento cese natural del estrógeno durante la menopausia natural (no inducida quirúrgicamente o médicamente) no tiene una fuerte correlación con el deterioro cognitivo y la enfermedad de Alzheimer”, añadió.
Christie indicó que “la implicación es que para las niñas con disforia de género que se someten al bloqueo de la pubertad, tendrán una ausencia de estrógeno de por vida. Esto es preocupante por aumentar la probabilidad de enfermedad de Alzheimer”.
“Lo mismo ocurre con las niñas mayores y las mujeres a las que se les extirparon los ovarios debido a la disforia de género, o que reciben hormonas que inhiben su producción normal de estrógeno, como sucede en el ‘tratamiento’ de afirmación transgénero”, advirtió.
Implicancias éticas “enormes” en los tratamientos de cambio de sexoLa médico estadounidense señaló que “las implicaciones éticas” que presenta este estudio “son enormes”.
“El estudio dice que no se han realizado estudios a largo plazo para evaluar los efectos de la pérdida de estrógeno en niñas o mujeres que se han sometido a cirugías de ‘afirmación’ o tratamientos hormonales”, continuó.
“Por tanto, como no se han realizado estudios, se trata de ‘tratamientos’ experimentales. Eso hace que estos sean poco éticos, especialmente en niñas y menores de edad que no pueden consentir adecuadamente”, criticó.
“También es especialmente poco ético porque la ‘afirmación’ se está convirtiendo rápidamente en el único ‘tratamiento’ aceptable”, dijo.
Grazie Christie advirtió que “una niña o mujer a la que se le ha interrumpido o reducido significativamente el estrógeno, porque sufre de disforia de género, muy probablemente corre un mayor riesgo de deterioro cognitivo temprano y enfermedad de Alzheimer”.
“Estos son hallazgos científicos y, como tales, no pueden llamarse discriminatorios”, precisó. “Yo diría que el hecho de que a las niñas y mujeres con disforia de género simplemente se les permita correr estos riesgos como un experimento gigante es una especie de discriminación contra ellas”, advirtió.
Christie señaló que “difícilmente puedo pensar en otro grupo de personas a las que se les permita correr un riesgo tan grande con tal falta de preocupación”.
“Hay mucho dinero en los tratamientos hormonales”Para la médico estadounidense, “el gran escándalo aquí es que el complejo médico-industrial está optando por la Atención de Afirmación Transgénero sin reservas. No se permiten voces disidentes en las publicaciones. Las grandes sociedades médicas también apuestan por esto sin reservas”.
“Esto es muy peligroso porque las cirugías y los tratamientos hormonales tienen un tremendo índice de complicaciones. Incluso cuando trabajan, los hombres y mujeres con disforia de género continúan sintiéndose terriblemente consigo mismos (o peor, ya que ahora son sexualmente disfuncionales, mutilados, infértiles y, a menudo, incontinentes)”, dijo.
“La tendencia al suicidio sigue siendo muy alta en esta población. Por lo tanto, los ‘tratamientos’ en realidad no están funcionando”.
Para Christie, a esto hay que agregar “que no se han realizado estudios a largo plazo, y tiene un gran problema ético”.
“Los intereses monetarios son, por supuesto, una gran parte. Hay mucho dinero en los tratamientos hormonales (de por vida) así como en las cirugías”, señaló.
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