Otro sacerdote es agredido a balazos en México

Lejos de haber disminuido la agresividad del crimen en contra de los sacerdotes en México –lo cual se suponía que iba a suceder tras el asesinato de dos jesuitas en la Sierra Tarahumara el mes de junio pasado—la violencia sigue creciendo en México

El día de ayer volvieron a sacudir a la comunidad sacerdotal al ser agredido a balazos el sacerdote Felipe Vélez Jiménez en el punto conocido como Los Claveles, en Chilapa, en el Estado mexicano de Guerrero, una de las entidades mexicanas más violentas.

La Fiscalía General del Estado de Guerrero informó que ayer, alrededor de las 12:20 horas, cuando salía de Chilapa hacia Chilpancingo a bordo de una camioneta, hombres armados lo atacaron a balazos. El padre Vélez resultó con una herida de bala en el pómulo derecho.

El sacerdote fue trasladado a Chilpancingo –capital del Estado de Guerrero- en estado delicado, pero estable. El padre Vélez es originario de Taxco (Guerrero) y es párroco de la parroquia de San Gerardo María Mayela, en Iguala.

Según informa el Centro Católico Multimedial, con la agresión del padre Vélez son ya siete los casos de agresión contra sacerdotes en México, de 2018 a 2022, que es lo que lleva la presente administración federal en el poder.

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La lista de agraviados

El propio Centro Católico Multimedial ha elaborado un registro minucioso de las agresiones a sacerdotes desde el 1 de diciembre de 2018, cuando la actual administración federal inició su mandato.

22 de diciembre de 2018. El padre Eulogio Espinoza Nájera, vicario de la parroquia de la Resurrección del Señor en la colonia Las Quintas de Hermosillo, Sonora, fue herido con un arma de fuego por un individuo que llegó de forma repentina. El arzobispo de Hermosillo, Ruy Rendón Leal, informó que esto ocurrió en un salón-cocina contiguo al mencionado templo.

10 de abril de 2019. El padre Ambrosio Arellano Espinoza, de 78 años, fue víctima de un ataque y tortura en un aparente robo. En un comunicado del 11 de abril, la arquidiócesis de Puebla señaló que el padre Arellano Espinoza fue “hospitalizado en urgencias”, con “quemaduras de segundo grado en manos y pies”.

13 de diciembre de 2019. El sacerdote jesuita Raúl Cervera Milán fue emboscado y atacado a balazos por desconocidos en Huayacocotla, en la sierra norte del Estado de Veracruz. El sacerdote pudo escapar y pedir ayuda a las autoridades para llegar a salvo a su domicilio.

8 de enero de 2020. El padre Roly Candelario Piña Camacho fue secuestrado, herido con arma de fuego y abandonado sobre la carretera México-Puebla a la altura del municipio poblano de Santa Rita Tlahuapan.

10 de julio de 2020. El padre Osvaldo Aval celebraba misa en la parroquia de Santiago Apóstol, en el municipio de Ario de Rosales, Michoacán, cuando fue agredido por un sujeto. El obispo de Tacámbaro, Gerardo Diaz Vázquez, a través de un comunicado, expresó que el agresor es “una persona que no está bien”.

29 de junio de 2022. El sacerdote Mateo Calvillo Paz, perteneciente a la arquidiócesis de Morelia, fue víctima de agresión tras haber acudido al llamado para visitar a un enfermo, en el municipio de Queréndaro, Michoacán. Debido a su estado de salud y a los golpes recibidos, sobre todo en el rostro, fue atendido de emergencia y trasladado al siguiente día a un hospital de la Ciudad de Morelia.

Los motivos de los delincuentes

Hace pocas semanas, Aleteia conversó con el director y fundador del Centro Católico Multimedial, el sacerdote paulino Omar Sotelo, sobre las causas de tantas agresiones en contra de los sacerdotes en México. En esa ocasión, Sotelo refirió un elemento a considerar seriamente por parte de las autoridades políticas y policiacas de México:

El ataque (a los sacerdotes) va dirigido a deshacer algo muy importante porque el sacerdocio en México es un estabilizador social. La parroquia es un estabilizador social. El sacerdote no solo brinda un servicio espiritual, también da a la comunidad esperanza, ayuda a migrantes, a indígenas, en educación, en medicina… Incluso, la Iglesia llega a lugares donde las instancias políticas no llegan. (…)

Entonces, se desestabiliza esa comunidad y ellos se enquistan. Primero, estableciendo la “cultura del silencio”. Acallan a la comunidad. El mensaje es claro: “Si puedo matar a un cura, puedo matar a quien sea”. Y la “cultura del temor”: Nadie se puede mover porque lo acaban, lo exterminan. Hay así un caldo de cultivo para la narcocultura, para la narcoeconomía y, desde luego, para la narcopolítica

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