Agresividad pasiva: ¿qué es y qué hacer al respecto?

Tenemos que responsabilizarnos de nuestra propia ira: ser capaces de nombrarla, sentirla, aceptarla, comprenderla y regularla; es decir, llevarla hasta el punto en que podamos sentirla pero no nos haga estallar

La agresividad pasiva se expresa en frases que, si fueran puñales, perforarían al otro como un colador; en un silencio que es como un hacha suspendida en el aire, o una mirada que sopla con tal frialdad que el otro podría congelarse ante ella.

También es una aparente «mansedumbre»: fingir no oír, no ver, no saber. Quedarse fuera de las decisiones, mentir, lavarse las manos. La agresión pasiva es algo que asfixia tanto la relación como el clima emocional de toda la familia.

Para demostrar «superioridad moral»

Cuando las personas no saben cómo manejar la ira, ésta se convierte en agresión. La agresión, a su vez, es el uso de la violencia para conseguir los propios objetivos, incluso a costa de causar dolor a los demás. La agresión abierta consiste en gritar, lanzar objetos, insultar o pegar. La segunda forma de agresión es la pasiva.

Nadie grita ni levanta la mano a nadie, pero la intención sigue siendo la misma: herir, exteriorizar, castigar, o provocar un estallido de ira y demostrar la propia «superioridad moral».

Los comportamientos que llamamos agresión pasiva son, por ejemplo, la malicia «Para ti, incluso un vagón de dinero sería como dinero de bolsillo» y las burlas «Tan buenas notas en la escuela, y no puedes presentarte a la oficina». También son cumplidos que en realidad tienen más la intención de quitar valor y aprecio a alguien que de expresarlo («Enhorabuena por ese puesto, al final de tu carrera por fin harás algo con sentido». «Bonita camisa, no se te ve tanto la barriga con ella»).

Este tipo de reacción también puede tomar la forma de bromas «inocentes», también contadas delante de desconocidos, cuando uno no sabe cómo reaccionar o cómo defenderse, porque generalmente queremos salir bien parados en las situaciones sociales «Ay, mi novia, si se pone a gritar, con buen tiempo se la oye hasta China».

Inducción al sentimiento de culpa

La inducción de culpa también es un ejemplo de agresión pasiva. Se trata de situaciones en las que, por ejemplo, un marido le dice a su mujer: «Yo también me sentiría tan bien si no tuviera que trabajar para nosotros», o un padre a un hijo al verle en el sofá con un smartphone: «Ojalá pudiera tumbarme y despreocuparme yo también».

Asumir el papel de víctima está pensado para que los demás se sientan mal y con remordimientos cada vez que intentan estar tranquilos y felices, porque su interlocutor no siente ni felicidad ni tranquilidad.

Sin embargo, la agresión pasiva no se limita a las palabras. También incluye acciones deliberadas que pretenden frustrar las intenciones de la otra persona o causar daño. Como no se realizan directamente, es difícil acusar a la otra persona de mala voluntad.

Algunos ejemplos

Ejemplos de este tipo de acciones son ignorar sistemáticamente las peticiones o los límites señalados; por ejemplo, entrar en la habitación de un adolescente sin llamar y decir «se me ha olvidado», aunque el autor de las palabras no tenga problemas de memoria, utilizar la propiedad de uno de los miembros del hogar, aunque esa persona no lo desee. Otro ejemplo es sabotear acuerdos previos, como no presentarse a una reunión o hacer algo solo cuando hse había acordado hacerlo juntos.

Recurren a la agresión pasiva las personas que no saben decir «me siento enfadado» y hablar de temas difíciles. El desarrollo de la agresión pasiva se ve fomentado por una cultura doméstica basada en la falta de aceptación de cualquier muestra de enfado, es decir, cuando el hecho de que un miembro de la familia se sienta enfadado.

A veces, la agresión pasiva se desencadena por la falta de un canal a través del cual puedan resolverse los problemas: cuando, por ejemplo, el marido o la mujer ignoran que hay una crisis en el matrimonio, o cuando uno de los padres no acepta que un hijo sufre depresión y se niega a participar en una terapia familiar.

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Cuando no existen herramientas o espacios donde poder hablar de lo que nos molesta del otro y ser escuchados, persiste una constante sensación de impotencia. La agresión pasiva es a veces la forma de desahogarse.

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La agresión pasiva puede tomar la forma de palabras o acciones dentro de la relación.

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Hablar abiertamente de lo que sentimos

¿Qué hacer en su lugar? Aprender a hablar abiertamente de nuestros sentimientos, de forma asertiva; es decir, con confianza en nosotros mismos, pero también con respeto hacia la otra persona.

Para que esto sea posible, tenemos que responsabilizarnos de nuestra propia ira: ser capaces de nombrarla, sentirla, aceptarla, comprenderla y regularla. Llevarla a un punto en el que podamos sentirla pero no nos haga estallar. Entonces podremos elegir una acción eficaz para ocuparnos de las necesidades que la ira señala.

Así que, para que una relación no muera de agresión pasiva tenemos que notar la ira y darle espacio. Reconocerla y hablar de ella, en lugar de fingir que no existe.

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