Cultura Bíblica
La
parábola del rico y el pobre Lázaro es única en el Evangelio de San Lucas y
refleja de manera excepcional su perspectiva teológica, la cual profundizaremos
en este artículo.
La
parábola del rico (comúnmente nombrado Epulón) y el pobre Lázaro solamente
aparece en el evangelio de San Lucas. Si bien esta parábola se ubica dentro del
viaje de Jesús hacia Jerusalén es un compendio del juicio que la comunidad
judeo cristiana podría hacer de aquellos miembros de la institución judía. En
primer lugar es importante señalar que para San Lucas no hay gran división
entre el mundo espiritual y material del ser humano. Por tanto al hablar de
pobres, San Lucas, implica tanto la pobreza económica como también la
discriminación religiosa, la marginación o la actitud del pobre espiritual que
todo lo espera de Dios. San Lucas no hace distingos entre pobreza positiva y
negativa, más bien resalta el carácter de carencia presente y lacerante frente
a la opulencia. En las bienaventuranzas del capítulo 6 contrapone la pobreza
actual con el mayor bien posible que es la posesión futura y perene del Reino
de Dios. En la parábola de hoy tenemos varios elementos contrapuestos entre
ambos personajes. El rico está dentro de la casa, Lázaro fuera; el rico está
vestido con colores propios de la nobleza, el pobre está desnudo; Epulón
banquetea diariamente, Lázaro pasa hambre. Acentuando estas oposiciones vienen
dos elementos más: El hecho de que lo que caía de la mesa del rico pudiera
saciar al pobre pero no le era dado. El segundo hecho, es la mención de los
perros que vienen a lamer las llagas, se trata de un símbolo religioso, a
saber, que a quienes quedan marginados de la religiosidad oficial no se les
entregan ni siquiera las sobras y entonces los paganos (llamados por los
judíos, los perros) ofrecen mitigar el dolor pero no sanan al pobre. Debemos
notar que en este mundo el hombre opulento ha establecido un abismo insalvable
de indiferencia con respecto a la miseria de Lázaro. Al cambiar la escena al más
allá, San Lucas, nos expone con mucha coherencia la actitud prepotente que
suele caracterizar a los ricos. En primer lugar, no se dirige al pobre sino a
Abrahán para que éste le dé la orden al pobre Lázaro; también se siente con
derechos de seguir siendo servido. La respuesta de Abrahán refleja la doctrina de la retribución lucana:
“hijo tú ya recibiste en el mundo bienes, en cambio Lázaro males. Ahora tú
recibes males y Lázaro bienes”. Esta doctrina no se basa tan solo en una
revancha o venganza divina sino en el abismo insondable que uno establece en su
relación con el otro. Ya que la realidad no hubiera sido tan dramática si el
pobre hubiera sido satisfecho con las sobras que caían de la mesa del rico. El
último detalle de la parábola hace referencia a la resurrección de un muerto, y
este puede representar el reproche de la comunidad cristiana naciente a los
judíos incrédulos: si no han sido capaces de interpretar correctamente a Moisés
y los profetas no creerán ni aun con la resurrección de Jesucristo.
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La
parábola del rico y el pobre Lázaro es única en el Evangelio de San Lucas y
refleja de manera excepcional su perspectiva teológica, la cual profundizaremos
en este artículo.
La
parábola del rico (comúnmente nombrado Epulón) y el pobre Lázaro solamente
aparece en el evangelio de San Lucas. Si bien esta parábola se ubica dentro del
viaje de Jesús hacia Jerusalén es un compendio del juicio que la comunidad
judeo cristiana podría hacer de aquellos miembros de la institución judía. En
primer lugar es importante señalar que para San Lucas no hay gran división
entre el mundo espiritual y material del ser humano. Por tanto al hablar de
pobres, San Lucas, implica tanto la pobreza económica como también la
discriminación religiosa, la marginación o la actitud del pobre espiritual que
todo lo espera de Dios. San Lucas no hace distingos entre pobreza positiva y
negativa, más bien resalta el carácter de carencia presente y lacerante frente
a la opulencia. En las bienaventuranzas del capítulo 6 contrapone la pobreza
actual con el mayor bien posible que es la posesión futura y perene del Reino
de Dios. En la parábola de hoy tenemos varios elementos contrapuestos entre
ambos personajes. El rico está dentro de la casa, Lázaro fuera; el rico está
vestido con colores propios de la nobleza, el pobre está desnudo; Epulón
banquetea diariamente, Lázaro pasa hambre. Acentuando estas oposiciones vienen
dos elementos más: El hecho de que lo que caía de la mesa del rico pudiera
saciar al pobre pero no le era dado. El segundo hecho, es la mención de los
perros que vienen a lamer las llagas, se trata de un símbolo religioso, a
saber, que a quienes quedan marginados de la religiosidad oficial no se les
entregan ni siquiera las sobras y entonces los paganos (llamados por los
judíos, los perros) ofrecen mitigar el dolor pero no sanan al pobre. Debemos
notar que en este mundo el hombre opulento ha establecido un abismo insalvable
de indiferencia con respecto a la miseria de Lázaro. Al cambiar la escena al más
allá, San Lucas, nos expone con mucha coherencia la actitud prepotente que
suele caracterizar a los ricos. En primer lugar, no se dirige al pobre sino a
Abrahán para que éste le dé la orden al pobre Lázaro; también se siente con
derechos de seguir siendo servido. La respuesta de Abrahán refleja la doctrina de la retribución lucana:
“hijo tú ya recibiste en el mundo bienes, en cambio Lázaro males. Ahora tú
recibes males y Lázaro bienes”. Esta doctrina no se basa tan solo en una
revancha o venganza divina sino en el abismo insondable que uno establece en su
relación con el otro. Ya que la realidad no hubiera sido tan dramática si el
pobre hubiera sido satisfecho con las sobras que caían de la mesa del rico. El
último detalle de la parábola hace referencia a la resurrección de un muerto, y
este puede representar el reproche de la comunidad cristiana naciente a los
judíos incrédulos: si no han sido capaces de interpretar correctamente a Moisés
y los profetas no creerán ni aun con la resurrección de Jesucristo.
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