Para que, viendo, no vieran
lo que estaba sucediendo;
para que, oyendo, creciera
el mar de su desconcierto,
en parábolas hablaba
para que escuchase el viento
y gritase a los mil aires
sus pensamientos.
Habló de un árbol que crece
hasta llegar a los cielos;
habló de la mala hierba,
madre de mil pensamientos.
Habló del grano que cae
en la tierra de provecho
y de un tesoro escondido que la fe le pone precio.
Dios hablaba en Io profundo,
donde están los sentimientos.
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