(ZENIT – 27 mayo 2018).- ‘Esperanza más allá de las rejas’. El nuevo libro de investigación de Angela Trentini y Maurizio Gronchi
El aniversario de la masacre de Capaci, en la que un bárbaro atentado mató al magistrado antimafia Giovanni Falcone, su esposa Francesca Morvillo y los escoltas (23 de mayo de 1992), hace que sea muy significativa y actual la reflexión propuesta en un libro recientemente publicado titulado “Esperanza más allá de las rejas, Viaje a una prisión de máxima seguridad “(San Paolo, Cinisello Balsamo 2018). Los autores son la periodista Angela Trentini y el teólogo Maurizio Gronchi aportan entrevistas a los asesinos de los jueces Livatino, Falcone y Borsellino además de ofrecer la confrontación de éstas con los familiares de las víctimas.
El título también es la invitación a un viaje, ciertamente incómodo y todavía, a mi juicio valioso, en el pasado reciente de nuestra comunidad civil, para alentar la conciencia acerca de cómo se había relegado con demasiada frecuencia al silencio y al olvido heridas que no han sido olvidadas.
Al mismo tiempo, hojeando las páginas se aprecia cómo en demasiadas ocasiones se ha apuntado más a una justicia vengativa que a una rehabilitación. Sin embargo, se puede condenar con firmeza el mal, ofreciendo a quienes lo cometieron la oportunidad de tomar conciencia, abrirse a caminos de arrepentimiento y alimentar, a pesar de todo, una esperanza para su futuro. Esta apertura al mañana es simplemente negada tras los barrotes de las celdas en las que se encierra al culpable que se encuentra recluido sin atisbos de un posible fin de la pena o de medidas de rehabilitación alternativas (según lo que significa la sentencia de cadena perpetua). Algunas declaraciones de los prisioneros entrevistados son dramáticas: “La pena de muerte en Italia no existe, pero la muerte de pena sí” (18). La observación del entrevistador es dolorosa: “El castigo más cruel para los que están tras las rejas es que … para el mundo exterior no existe tal cosa. Desaparece cuando sientes que ya no cuentas para nadie “(36s). Fortísima apelación ética surge de una de las víctimas más brillantes, el juez Rosario Livatino: “”Hacer justicia es autorrealización, es oración, es auto dedicación a Dios … Al final de la vida no se nos preguntará si éramos creyentes, sino creíbles (47). El testimonio de un periodista siciliano, Enzo Gallo, señala que el sacrificio del joven juez no fue en vano: “Los valores de los que fue portador se han convertido en patrimonio … muchos de ellos con un efecto multiplicador o en cascada, impredecibles e increíbles” (50) . Este es el verdadero sentido de la batalla contra la mafia: aniquilar la conciencia de fuerza, mostrarnos su vacío moral, la ciega estupidez, la codicia sin sentido y, al final su carácter destructivo para todo el mundo, al tiempo que ofrece ejemplos del bien y de su fecundidad. El mal no es sólo tal, sino que hace mal y deja un surco indeleble, como señalan los autores en relación con los detenidos entrevistados: “Ninguno es capaz de librarse del recuerdo del mal” (66).
Entre las indicaciones más importantes que surgen de las historias de vida recogidas en el libro, hay una que me parece decisiva: las flores del mal surgiendo en donde hay un “humus” fructífero para su cultivo. Cuando se ha sido formado dentro de un mal modelo educativo, hacer el mal parece incluso bueno: “Una conciencia sorda y anclada dentro de las propias convicciones y que se fundamenta en una falsa conciencia que te hace sentir“justo” y por lo tanto incapaz de buscar caminos interiores para cambiar “(75). “En ciertos contextos, el destino de los niños es ser actores en un guión ya escrito” (77).
Por lo tanto, acompañar al culpable para que tome conciencia de las raíces del mal hecho y rechazarlas dando un nuevo significado a la vida y las acciones es lo más importante y útil que debe hacer la justicia en una sociedad fundada sobre el derecho y la dignidad de la persona: “No busco descuentos -declara uno de los internos entrevistados-, solo pido ser escuchado y acompañado “(82).
Porque, comentan los autores, “incluso detrás de las rejas puede encenderse un resplandor que permita ver más allá a los otros, y ser visto” (78). A la pregunta “¿existe una forma en que la conciencia madura y alcanza la verdad de uno mismo y de los demás?” (84), una democracia auténtica debe ser capaz de responder que sí, comprometiéndose a señalar esta vía. En el nivel humano -constatado por los entrevistadores-, a menudo se dice que “la soledad y los lazos cortados empujan al prisionero a encontrar dentro de sí mismo ese espacio de libertad que se convierte creativo”, mientras la mirada de la fe reconoce que “la gracia de Dios tiene la capacidad de excavar ríos subterráneos, incluso en vidas perdidas, de abrir caminos en los terrenos más accidentado, de florecer en el desierto “(86). Así, “la pintura, la artesanía y el teatro, especialmente en prisión, abren la mente a la belleza y el camino de la belleza es uno de los itinerarios posibles, tal vez el más atractivo y fascinante, para alcanzar la serenidad incluso en prisión y acercarse a un poco a Dios “(89).
Uno de los reclusos dice: “A través de las pinturas, expreso recuerdos y deseos. Sueño con una vida mejor y aquí en prisión es un gran recurso para soñar “(90). Otro dice: “¿Qué sentido tiene seguir viviendo si no hay esperanza de salvación?” (94). Otro más añade: “Nosotros también conservamos la humanidad y tenemos la posibilidad de cambiar. Si soy un condenado a cadena perpetua y no tengo perspectiva de reinsertarme y, por lo tanto, no hay razón para esperar un futuro diferente, entonces, ¿por qué me mantienen con vida? ¿No es esto una condena a muerte? … La cadena perpetua sin posibilidad de revisión ya me ha matado “(97).
El desafío es pensar en formas de castigo que pueden abrir una verdadera rehabilitación, construido a partir del reconocimiento de la dignidad de toda persona humana, incluso si es culpable de crímenes atroces: “La dignidad nos precede… No proviene de actuar bien o mal . Esta es la razón por la cual nadie tiene el derecho de eliminarla incluso al peor criminal no arrepentido “(103). Afirmó el papa Francisco el 17 de enero de 2017: “Me parece urgente una conversión cultural que no se resigne a pensar que la condena puede escribir la palabra final sobre la vida; donde se rechace la vía ciega de la justicia punitiva y no esté satisfecha solo con una justicia retributiva; que se abra a una justicia reconciliadora y a perspectivas concretas de reinserción; donde la cadena perpetua no sea una solución a los problemas, sino un problema a resolver “(106).
Por eso, concluyen los autores de este libro – testimonio creíble y convincente “un hombre puede cambiar, puede ser diferente, incluso cuando ha dejado detrás un largo rastro de sangre” (130). Como afirma el apóstol Pablo, debemos “vencer el mal con el bien” (Rm 12,21), en la certeza de que ningún mal puede vencer a otro mal
El libro se presentará el 8 de junio a las 16:00 horas en el Auditorio del Rectorado de la Universidad G. d’Annunzio de Chieti, por Giovanni Legnini, Vicepresidente del Consejo Superior de la Magistratura, Federico Cafiero de Raho, Fiscal Nacional Antimafia, el rector magnífico de la Universidad de Sergio Caputi y el arzobispo de Chieti-Vasto, Bruno Forte. Estarán presentes los autores.
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