En un comunicado difundido por la Diócesis de Liège, Mons. Delville señala que la comunidad cristiana “está profundamente afectada por el tiroteo” y ofrece sus “sinceras condolencias a los familiares de los dos policías y de un joven que han sido abatidos”.
El Obispo también expresa sus “sentimientos de amistad y de solidaridad al alcalde de la ciudad de Liège y a los miembros de las fuerzas del orden que han cumplido con su misión al servicio de la población y que han reaccionado con determinación y valentía”.
Aunque las motivaciones del ataque aún están siendo investigadas, la fiscalía belga ha decidido investigar el suceso como ataque terrorista, después de que trascendiera que el autor del tiroteo gritó “Alá es grande”. Aunque se desconocía la pertenencia del terrorista al islam, se sospecha que pudo haberse convertido y radicalizado durante su estancia en prisión.
El atentado se produjo cuando el terrorista, un joven belga de 31 años identificado con el nombre de Benjamin Herman, atacó con un cuchillo a dos agentes de policía. El autor del atentado había sido condenado por robo y tráfico de drogas y se encontraba libre con un permiso carcelario.
Tras atacar a los policías, robó la pistola a uno de ellos y disparó a los dos policías y al joven. Posteriormente, el terrorista asaltó un colegio donde se refugió con una rehén. En el asalto policial al centro educativo, el terrorista hirió a otros cuatro policías antes de ser abatido.
Este atentado se produce dos años después de los atentados de marzo de 2016 en Bruselas, reivindicados por el grupo terrorista Estado Islámico, en los que fallecieron 35 personas en varias explosiones en el aeropuerto y en el metro de la capital belga.
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