Recordó que “el poder de perdonar los pecados no se encuentra en el agua por sí misma”. Por ello, “la Iglesia invoca la acción del Espíritu sobre el agua, ‘para que aquellos que en ella reciban el Bautismo, sean sepultados con Cristo en la muerte y con Él resuciten a la vida eterna’”, como señala el Rito del Bautismo.
En su enseñanza, destacó el carácter sanador y renovador del agua bautismal que supone decir ‘no’ a diablo y ‘sí’ a Dios: “En la medida en que digo ‘no’ a las tentaciones del diablo, estoy preparado para decir ‘sí’ a Dios que me llama a conformarme a Él en mis pensamientos y obras”.
Francisco continuó: “No es posible adherirse a Cristo poniendo condiciones. Hay que librarse de ciertos vínculos para poder abrazarnos de verdad a los demás. Es necesario cortar puentes, dejándolos atrás, para emprender el nuevo Camino que es Cristo”.
El Papa recordó que la respuesta a las preguntas ‘¿Renuncias a Satanás, a todas sus obras, y a todas sus seducciones?’ se debe responder en primera persona singular: ‘Renuncio’. Y del mismo modo, la profesión de fe de la Iglesia: ‘Creo’.
“Es una elección responsable que exige ser traducida en gestos concretos de confianza en Dios. El acto de fe supone un compromiso que el mismo Bautismo ayudará a mantener con perseverancia en las diferentes situaciones y pruebas de la vida”.
Sobre el simbolismo del agua, explicó que “el agua es la matriz de la vida y del bienestar, mientras que su ausencia provoca la extinción de toda fecundidad, como sucede en el desierto”.
Sin embargo, “el agua puede ser también causa de muerte, cuando se sumerge en sus olas o en grandes cantidades abruma todo. Finalmente, el agua tiene la capacidad de lavar, de limpiar, de purificar”.
En este sentido, destacó la fuerte raigambre del agua en la tradición bíblica: “Por medio de este simbolismo natural, universalmente reconocido, la Biblia describe las intervenciones y las promesas de Dios por medio del signo del agua”.
“La oración de bendición dice que Dios preparó el agua como signo del Bautismo, y recuerda las principales prefiguraciones bíblicas: sobre las aguas de los orígenes el Espíritu flotaba para convertirla en semilla de vida; el agua del diluvio marcó el fin del pecado y el inicio de la nueva vida; por medio del agua del Mar Rojo los hijos de Abraham fueron liberados de la esclavitud de Egipto”.
En lo que respecta a Jesús, “se recuerda el Bautismo en el Jordán, la sangre y el agua vertidas desde su costado, y el mandato a sus discípulos de bautizar a todos los pueblos en el nombre de la Trinidad. Fortalecidos por este recuerdo, se le pide a Dios que infunda en el agua de la fuente la gracia de Cristo muerto y resucitado”.
Una vez santificada el agua de la Pila Bautismal, “es necesario disponer el corazón para acceder al Bautismo. Eso se produce con la renuncia a Satanás y la profesión de fe, los dos actos están conectados entre ellos, porque o estás con Dios o estás con el diablo, por eso la renuncia y la profesión de fe van juntas”.
El Papa Francisco finalizó la catequesis indicando que “cuando metamos la mano en el agua bendita y hagamos el signo de la Cruz, pensemos con alegría y agradecimiento en el Bautismo que hemos recibido y que renovamos con nuestro ‘Amén’, para vivir inmersos en el amor a la Santísima Trinidad”.
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