Desde el balcón del Palacio Apostólico del Vaticano y ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre recordó que en la parábola un samaritano se detiene ante un hombre que fue asaltado y golpeado, y que antes había sido ignorado por un sacerdote y un levita.
En la parábola, el creyente puede reconocer que es “un caminante, alguien que está en camino, que busca seguir las huellas de Cristo”, el Buen Samaritano.
Este pasaje del Evangelio, resaltó el Papa Francisco, “nos enseña a seguir a Jesús, porque seguirlo nos enseña a tener compasión: a acogernos unos a otros, sobre todo a quien sufre, al necesitado. Es intervenir como el Samaritano: no irse sino quedarse”.
Con esta parábola no es necesario buscar “culpables” sino “reconocer cuando estemos siendo indiferentes, nos justificamos y no nos quedamos allí. Lo debemos reconocer, es un error, pero pidamos al Señor que nos haga salir de nuestra indiferencia egoísta para ponernos en camino”.
“Pidámosle tener compasión. Esta es una gracia, debemos pedirla al Señor: ‘Señor, que yo vea, que tenga compasión como Tú me ves a mí y tienes compasión de mí”.
“Esta es la oración que hoy les sugiero a ustedes: ‘Señor, que yo vea, que tenga compasión como Tú me ves a mí y tienes compasión de mí’. Que tengamos compasión de quienes encontramos a lo largo del camino, sobre todo del que sufre, para acercarnos a hacer lo que podamos para dar una mano”.
El Santo Padre cuestionó luego a los cristianos que dan limosna sin tocar las manos ni ver los ojos de quienes la reciben.
“Si das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella. Piensa esto: ‘¿Toco las miserias, también las miserias de a quienes ayudo? ¿Miro los ojos de las personas que sufren, de las personas que ayudo? Les dejo ese pensamiento: ver y tener compasión”.
“Que la Virgen María nos acompañe en este camino de crecimiento. Ella, que nos ‘muestra el Camino’, es decir Jesús, nos ayude también a ser cada vez más ‘discípulos del Camino’”, concluyó el Papa Francisco.
Evangelio de este domingoLucas 10:25-37
25Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» 26El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» 27Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.»
28Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.»29Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?»
30Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.
31Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.32De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.33Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión;34y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.
35Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva."
36¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»37El dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»
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