Continúa el proceso para extender el crimen del aborto en América. HRW (Human Right Watch), la ONG autodenominada «defensora de los Derechos Humanos», quiere que el gobierno de Ecuador modifique su legislación para que se pueda abortar libremente en casos de «violencia sexual».
La Asamblea Nacional podría tratar este tema a finales del verano. Mientras el presidente Correa se resiste y se mantiene en lo que ha declarado en varias ocasiones: «nosotros defendemos verdaderamente la vida como dice en la Constitución, desde la concepción, por eso el aborto no está permitido». Con matices, añadiría yo.
Hay que recordar que en Ecuador el aborto está despenalizado en caso de peligro de la vida de la mujer y en caso de violación. Con un proceso garantista, pero despenalizado. La ONG abortista que ya lo intentó antes en Argentina o en Nicaragua, quiere que sea libre y abrir un coladero para el negociete de la muerte. HRW se opone a la pena de muerte para el violador, pero la propone para el niño.
Como señala el Dr. Elard Koch, medidas como la propuesta por HRW no sólo son un crimen, también perpetúan el ciclo de violencia contra la mujer: Una investigación reciente en Canadá, da cuenta de una estrecha relación entre aborto inducido repetido, coerción y violencia física o sexual reiterada. Como apunta Koch:
En consecuencia, el aborto en casos de violación debe ser evitado o prevenido, no facilitado. Proponer como solución el aborto legal, como una suerte de derecho positivo, es una propuesta simplista, fracasada y estéril. Sólo empeora la situación, favoreciendo que se incrementen los abortos por coerción sexual, perpetuando un ciclo de violencia que puede afectar seriamente la salud mental futura de mujeres y niñas violadas.
El exterminio del bebé no borra el terrible crimen de la violación y además los daños psicológicos del aborto, también en estos casos, son dramáticos, como cuenta después muchos años la irlandesa C-Case, llevada a abortar tras una violación:
No quería ser madre a los 13 años, pero ahora me doy cuenta de que el bebé no merecía morir. Me hubiese encantado haberle dado en adopción a alguien que de verdad hubiese querido tener hijos y no pudiese tenerlos. Hoy sería una adolescente, y quizá podríamos ser amigas, aunque nunca ella me llamase mamá.
Cuando organizaciones como HRW o Aministía Internacional dicen defender los DD.HH., es difícil imaginarse qué entienden por derecho y por humano.
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