Un joven con graves dificultades para el aprendizaje deberá recibir una transfusión de sangre necesaria para salvarse si dicha técnica llegara a ser necesaria durante una operación de cirugía dental, a pesar de que él y su madre pertenecen a los testigos de Jehová, una secta que se refiere a la práctica de la transfusión como algo pecaminoso. Eso es lo que el Lord Presidente del Tribunal Supremo de Irlanda del Norte declaró hace varias semanas en un juicio, algo que acaba hacerse público. Informa de ello el blog Erasmus, que aborda los temas religiosos en la edición digital de The Economist.
Resumiendo el caso más sensiblemente, Sir Declan Morgan describió al joven de 26 años de edad (que permanece en el anonimato), como un hombre que “disfruta de una relación cercana y amorosa con su madre”, y ella dijo que él “disfruta al asistir a la iglesia” y de tener “contacto social positivo” a través de la secta en una vida que de otra manera se le haría más difícil. Pero el joven no podía tomar una decisión informada sobre la transfusión ya que, bajo las reglas establecidas, tales decisiones no se pueden realizar si “el paciente es incapaz de comprender o retener” la información necesaria. Al menos dos artículos del Convenio Europeo de Derechos Humanos eran pertinentes, según señaló el juez: el segundo, que garantiza el derecho a la vida, y el tercero, que prohíbe el tratamiento “inhumano y degradante”. Pero los precedentes legales indicaron que un tratamiento dirigido a la preservación de la vida no puede ser considerada cruel.
El veredicto equivale a una victoria de lo que muchas personas considerarían como la humanidad común, en contra de un tabú religioso que con frecuencia tiene consecuencias trágicas. En 2007 una joven murió en la ciudad inglesa de Shrewsbury después de dar a luz gemelos porque sus principios de testigo de Jehová le impidieron recibir sangre. Pero el año pasado, un tribunal superior en Dublín dictaminó que una mujer que sufrió un embarazo ectópico debía recibir una transfusión para salvar la vida, a pesar de que ella y su marido eran testigos de Jehová y ella había firmado (como la secta recomienda) una “Advanced Care Directive”, señalando su oposición a la recepción de la mayoría de productos sanguíneos. Ella estaba muy sedada en el momento de la sentencia.
Los testigos de Jehová propagan (en todos los rincones de la tierra), una variante milenarista del cristianismo, insistiendo en que el fin de la era actual del mundo es inminente, y negando el Dios trinitario, que para todos los cristianos es una doctrina básica. Su objeción a la transfusión refleja advertencias contra el consumo de sangre que aparecen en el libro de los Hechos de los Apóstoles del Nuevo Testamento, al igual que en los libros del Génesis y el Levítico en las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento). Pero la transfusión por motivos médicos no existía en los tiempos bíblicos, lo que constituye una de las muchas dificultades que se presentan cuando los códigos de ética que han sido concebidos para la vida antigua en el desierto se aplican sin criterio en el siglo XXI.
En Rusia, la atención a las objeciones de los testigos a las transfusiones ha dado un giro siniestro, según activistas de la libertad religiosa. En una práctica que fue condenada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, un fiscal de San Petersburgo ordenó a los hospitales informar, con los nombres y datos personales, los casos de personas que rechazan las transfusiones de sangre, como una posible evidencia de una amplia investigación de toda la secta. Los testigos de Jehová se encuentran entre varios grupos religiosos que han sido dirigidos por una ley rusa que prohíbe el “extremismo” religioso en los términos más amplios. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos reclamó una indemnización por daños a dos testigos cuya privacidad había sido violada.
Más al oeste, está surgiendo un consenso de que la gente que está más o menos en su sano juicio puede, si así lo desea, poner en riesgo su vida al negarse a recibir ciertos tratamientos, pero no puede imponer ese riesgo a personas dependientes que por una razón u otra no pueden decidir por sí mismos.
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