Luego de sancionada la Ley de Acceso a las Técnicas de Fecundación Artificial en nuestro país, más la sanción del nuevo Código Civil y Comercial, era esperable que los diputados no dejaran pasar mucho más tiempo ni esperaran el fin de su mandato y, previo a los comicios de 2015, terminaran el camino de desprecio hacia la vida naciente. He aquí la muestra de ello, informa Aurelio García.
Ahora legislan sobre las propias técnicas de reproducción humana, como en otros países latinoamericanos existen leyes de FIV (fecundación humana asistida), como Costa Rica y Uruguay, entre otros, y asistimos a una nueva victoria de los “lobbies mercantilistas” de la reproducción humana y de la manipulación genética, por encima del derecho a la vida de los niños no nacidos.
No existe técnica de FIV, con el actual desarrollo de la ciencia, que no sea de plurifertilización para la implantación con descarte incluido. Es la técnica más alta en morbilidad humana y ello se calla.
La República Argentina protege la vida desde la concepción, nos recuerda García, aunque el embrión no esté implantado. Así puede verse en la interpretación de las normas constitucionales que hiciera la Corte Suprema de Justicia en el caso “Portal de Belén” promovido por el Dr. Jorge Scala. A pesar de ello, el proyecto que se aprestan a votar casi todos los partidos políticos representados en el Congreso Nacional es una iniciativa absolutamente deshumanizante, en la que el embrión recibe un trato de “cosa”.
Parece, agrega García, que en este proyecto de ley la humanidad del embrión es una falsa promesa que sólo se hará verdadera cuando los profesionales médicos, como nuevos dioses de la técnica, consideren a los embriones como aptos y dignos de vivir, o cuando sea “apto o viable” para quienes lo pretenden como hijo, sólo si cumple con las condiciones que pusieron, o si tiene la suerte de ser implantado previo a la separación o divorcio de sus padres. Y si nadie lo quiere, será irremediablemente destruido o utilizado para la investigación.
El proyecto manifiesta buscar “la protección del embrión no implantado”, aunque en su contenido propone prácticas propias de un proceso productivo y no de una relación familiar: descartar lo que “no sirve”, seleccionar lo mejor de entre lo producido, destruir lo que resulte mal y, en su caso, investigar el producto para el futuro.
O sea, que se cosifica la vida humana y se afecta su dignidad intrínseca .
Parece que el proceso de declinación ética de la “dictadura del relativismo” no tuviera fin. Como decía Juan Pablo II, el drama de la ciencia actual es que no es acompañada por el respeto a las más elementales normas éticas.
Esperemos que la Corte Suprema de Justicia de la Nación declare su inconstitucionalidad.
Carlos Álvarez Cozzi
Catedrático universitario de Derecho en Uruguay
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