“El don de este momento, la bendición de nuestro desorden, es que estamos expuestos al mundo como seguidores de Cristo, incluso si tropezamos y caemos. A través del testimonio de los fieles que confiamos, servimos y soportamos en su amor –pese a nuestros fracasos y debilidades– Dios hará al Evangelio nuevo y más radiante. La historia tiene un registro de ello una y otra vez. Dios no pierde”, explicó el Arzobispo el 27 de marzo en la conferencia Pío Laghi en el Pontificio Colegio Josephinum en Columbus, estado de Ohio, donde estudian unos 200 seminaristas.
La conferencia Pío Laghi se instituyó en este centro de formación católica en recuerdo del Cardenal italiano Pío Laghi que sirvió como representante de la Santa Sede en Estados Unidos entre 1980 y 1990, a quien Mons. Chaput considera su mentor como obispo.
Tras resaltar que los sacerdotes y los laicos en el mundo de hoy deben vivir intensamente la fidelidad, la humildad, la pasión por purificar la Iglesia y el amor, el Arzobispo explicó que los católicos no se pueden permitir sucumbir a la crisis actual.
“Tomando palabras de San Agustín, Dios nos hizo para hacer los tiempos, no hizo los tiempos para hacernos a nosotros. Somos sujetos de la historia, no sus objetos; y a menos que hagamos que estos tiempos sean mejores con la luz de Jesucristo, entonces los tiempos nos harán peores con su oscuridad”, explicó.
Mons. Chaput reconoció que la confusión, la ansiedad y la ira se han convertido en sentimientos comunes entre los católicos en los últimos meses. Sin embargo, optó por ponerle a su conferencia el título de “Afrontar el futuro con esperanza y alegría” porque “suena mejor que ‘afrontar el futuro con confusión, ansiedad e ira’, porque tengo la tentación de experimentar esas tres cosas un par de veces a la semana”.
“Hay días en los que todos en la Iglesia parecen estar molestos. Los laicos y los sacerdotes están molestos con sus obispos por los escándalos de abuso sexual, algo que parece que nunca va a terminar. Y los obispos están molestos con los sacerdotes por su mal ejemplo”, continuó.
Del mismo modo, “muchos obispos están frustrados –para decirlo amablemente– con Roma por su poca voluntad de reconocer la verdadera naturaleza y alcance del problema de los abusos. El privilegio clerical no es el problema. El clericalismo puede ser un factor en los abusos sexuales contra menores, pero no conozco un padre de familia –y escucho a muchos de ellos– que vea esto como el asunto principal. No nombrar el problema real por lo que es, un patrón de homosexualidad predatoria y un fracaso en extirparla de la vida de nuestra Iglesia, es engañarse”.
Mons. Chaput dijo además que “mi propia frustración en las últimas semanas ha sido alimentada por los obispos alemanes que parecen estar dispuestos a quebrar lo que queda de paz y unidad en la Iglesia con malas ideas sobre moral sexual y una impresionante variedad de otros temas. Pero ese es un tema para otro día”.
A mediados de marzo los obispos alemanes, liderados por el Cardenal Reinhard Marx, anunciaron que la Iglesia Católica en Alemania se está embarcando en un “proceso sinodal” para abordar y debatir lo que denomina las tres cuestiones clave que surgen de la crisis del abuso clerical: el celibato sacerdotal, la enseñanzas de la Iglesia sobre la moral sexual y la reducción del “poder clerical”.
El Arzobispo de Filadelfia indicó que “si bien buena parte de la ira de la Iglesia hoy es correcta y saludable, lo que hacemos con la ira determina si es que esta se convierte en medicina o en veneno”.
Ante este panorama, el Prelado recordó que la santidad es lo que permitirá la verdadera renovación de la Iglesia Católica. “20 siglos luego de la Resurrección de Jesús, la Iglesia prosigue con su misión. Ella sobrevive y avanza con la gracia de Dios, pero la gracia obra a través de personas como ustedes y yo”, explicó.
Mons. Chaput también se refirió al miedo, al llamado a no temer que hizo al comienzo de su pontificado San Juan Pablo II. “¿Realmente creemos en Jesucristo o no? Esa es la pregunta central en nuestra vida. Todo se dirige hacia la respuesta porque, si nuestra fe cristiana realmente está enraizada y da orden a nuestra vida, entonces no hay razón para el miedo, y tenemos todas las razones del mundo para la esperanza”, precisó.
“La esperanza depende de la fe. No puede sobrevivir sin estar fundada en la creencia apasionada en algo o Alguien superior y más grande que nosotros mismos. Sin fe, la esperanza es solo una palabra más que hace parte del optimismo barato y cursi que el mundo moderno usa para cubrir su propia –y nuestra propia– ruptura”.
“Pero Dios está aquí con nosotros y, porque Él está, entonces este tiempo es nuestro, como cualquier otro tiempo difícil en la historia. Es un buen momento para ser católico y especialmente para ser sacerdote, porque todo sacerdote tiene el privilegio de estar junto a la fuente del amor, el Dios que hizo toda la creación de sus manos”, explicó el Prelado.
El Arzobispo advirtió que actualmente la Iglesia ha llegado a estar ausente “del núcleo de la cultura occidental”, lo que hace que muchos católicos estén desorientados. “La nueva forma cultural sacudirá muchas de nuestras instituciones eclesiales, desde parroquias urbanas hasta escuelas, universidades, hospitales y otras agencias, incluso seminarios”, señaló.
Estos lugares, dijo, “fueron fundados en una era distinta acorde con condiciones políticas y sociales que ya no existen más. Para los creyentes comprometidos este es un tiempo estimulante también, porque nos vemos empujados hacia las bases de nuestra fe, hacia las fuentes duraderas de la verdad y la vida”.
"Todavía necesitamos presupuestos y no podemos escaparnos de las reuniones. La Iglesia fue instituida por Cristo, lo que significa que ella es una institución, un cuerpo vivo de fieles ordenados hacia el culto a Dios y al servicio en el mundo”.
Sin embargo, finalizó el Prelado, “en este tiempo de purificación, se está desechando una gran cantidad de peso muerto. Nos están empujando hacia la única y simple verdad de la cual la Iglesia obtiene su propósito y fuerza: Dios encarnado en Cristo, el autor de nuestra salvación y de la vida eterna".
Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA
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