La Arquidiócesis de Acapulco acompaña a los afectados por la tormenta Manuel con la oración y con víveres
Los
daños causados por la tormenta tropical Manuel son mayores y no es posible
minimizar las necesidades de la población afectada a lo largo y ancho del
estado de Guerrero. Esta situación constituye un desafío mayor, también, para
todos; para las autoridades, para la sociedad y para la Iglesia misma. Con
sentido de objetividad tenemos que reconocer que todos hemos sido rebasados
tanto en la prevención como en la atención de la emergencia. Hay que plantear
la necesidad de que no seamos rebasados en las fases de la rehabilitación como
en la reconstrucción, que tienen que diseñarse
de una manera muy responsable.
La
Arquidiócesis de Acapulco ha puesto en marcha un plan de respuesta ante la
emergencia a través de las redes de Cáritas en las que participa. Por una
parte, ha recibido la solidaridad de la Conferencia del Episcopado mexicano que
ha estado gestionando auxilios a través de Cáritas Mexicana, IAP, un organismo
que se hace cargo de este tipo se tareas eclesiales, al tiempo que diversas
diócesis del país
han
enviado o están por enviar diversos apoyos en efectivo o en víveres. También
diversas empresas han preferido canalizar sus apoyos a través de la Iglesia,
mismos que estamos distribuyendo a las comunidades afectadas.
En
nuestro plan de respuesta, hemos enfocado toda la estructura pastoral de la
Arquidiócesis para gestionar auxilios a la población utilizando a las
parroquias como unidades de servicios a los damnificados. Hemos insistido en
atender la emergencia desde dos perspectivas: la espiritual y la material. En
lo espiritual se han dado iniciativas de acompañamiento a las comunidades
afectadas mediante la oración, las celebraciones y talleres de manejo de crisis
en diversas parroquias. Se han visitado diversos albergues para acompañar a la
gente dando consuelo y moviendo a la esperanza.
Otros
auxilios claves han sido la distribución de víveres y la atención médica. Han
llegado de otras ciudades algunas brigadas médicas que hemos canalizado a las
parroquias y otras brigadas viene en camino. La atención a enfermedades propias
de estas circunstancias y la prevención de otras más, hacen de este servicio
algo indispensable.
Al
centro de acopio de víveres ubicado en la Nueva Catedral de Cristo Rey han
llegado alrededor de 50 toneladas de provisiones y tenemos la promesa de otros
envíos más, que vienen de diócesis, de bancos de alimentos, de empresas y de
compras que hemos hecho con el dinero que hemos recibido para la adquisición y
la distribución de alimentos. La distribución la estamos realizando a través de
las parroquias, dando preferencia a las comunidades a las que no ha llegado el
auxilio oficial o el de otras instancias civiles que se han sumado. Nos
preocupa mucho el hecho de que hay aún comunidades aisladas que no reciben las
ayudas indispensables para su supervivencia.
Hemos
buscado los contactos y los vínculos con las autoridades para poner a su
disposición los recursos institucionales y humanos de las parroquias en un plan
de colaboración. Hemos encontrado algunas respuestas positivas y agradecemos a
la SEDENA su apoyo y coordinación, esperamos coordinarnos con todos los que
están realizando la atención a esta emergencia. Reafirmo la disposición de la
Arquidiócesis para colaborar, no solo en esta fase de la emergencia, sino
también en las fases siguientes
de apoyo a la rehabilitación y a la reconstrucción.
Quiero
saludar y reconocer la participación de muchas organizaciones civiles que han
tenido iniciativas de auxilio a la población afectada y, también, a las
iniciativas espontáneas de personas, de familias y de instituciones que se han
sumado a la organización oficial, para socorrer a familias y comunidades
afectadas. Este es un magnífico signo que da aliento y que nos hace pensar que
sí podemos superar losrezagos que hemos tenido en asuntos como la pobreza y la
violencia. Todos los esfuerzos de apoyo a los afectados por las lluvias, tanto
en la fase de la emergencia como en la rehabilitación y reconstrucción, son
indispensables para contar con condiciones de paz en nuestra región. Por eso es
también importante la colaboración entre las autoridades y la sociedad civil,
para asegurarnos que no se deriven situaciones que generen violencia y que
hagamos de esta emergencia una gran oportunidad para reconstruir nuestra
sociedad en la unidad y la solidaridad.
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.512921915448055.1073742
Los
daños causados por la tormenta tropical Manuel son mayores y no es posible
minimizar las necesidades de la población afectada a lo largo y ancho del
estado de Guerrero. Esta situación constituye un desafío mayor, también, para
todos; para las autoridades, para la sociedad y para la Iglesia misma. Con
sentido de objetividad tenemos que reconocer que todos hemos sido rebasados
tanto en la prevención como en la atención de la emergencia. Hay que plantear
la necesidad de que no seamos rebasados en las fases de la rehabilitación como
en la reconstrucción, que tienen que diseñarse
de una manera muy responsable.
La
Arquidiócesis de Acapulco ha puesto en marcha un plan de respuesta ante la
emergencia a través de las redes de Cáritas en las que participa. Por una
parte, ha recibido la solidaridad de la Conferencia del Episcopado mexicano que
ha estado gestionando auxilios a través de Cáritas Mexicana, IAP, un organismo
que se hace cargo de este tipo se tareas eclesiales, al tiempo que diversas
diócesis del país
han
enviado o están por enviar diversos apoyos en efectivo o en víveres. También
diversas empresas han preferido canalizar sus apoyos a través de la Iglesia,
mismos que estamos distribuyendo a las comunidades afectadas.
En
nuestro plan de respuesta, hemos enfocado toda la estructura pastoral de la
Arquidiócesis para gestionar auxilios a la población utilizando a las
parroquias como unidades de servicios a los damnificados. Hemos insistido en
atender la emergencia desde dos perspectivas: la espiritual y la material. En
lo espiritual se han dado iniciativas de acompañamiento a las comunidades
afectadas mediante la oración, las celebraciones y talleres de manejo de crisis
en diversas parroquias. Se han visitado diversos albergues para acompañar a la
gente dando consuelo y moviendo a la esperanza.
Otros
auxilios claves han sido la distribución de víveres y la atención médica. Han
llegado de otras ciudades algunas brigadas médicas que hemos canalizado a las
parroquias y otras brigadas viene en camino. La atención a enfermedades propias
de estas circunstancias y la prevención de otras más, hacen de este servicio
algo indispensable.
Al
centro de acopio de víveres ubicado en la Nueva Catedral de Cristo Rey han
llegado alrededor de 50 toneladas de provisiones y tenemos la promesa de otros
envíos más, que vienen de diócesis, de bancos de alimentos, de empresas y de
compras que hemos hecho con el dinero que hemos recibido para la adquisición y
la distribución de alimentos. La distribución la estamos realizando a través de
las parroquias, dando preferencia a las comunidades a las que no ha llegado el
auxilio oficial o el de otras instancias civiles que se han sumado. Nos
preocupa mucho el hecho de que hay aún comunidades aisladas que no reciben las
ayudas indispensables para su supervivencia.
Hemos
buscado los contactos y los vínculos con las autoridades para poner a su
disposición los recursos institucionales y humanos de las parroquias en un plan
de colaboración. Hemos encontrado algunas respuestas positivas y agradecemos a
la SEDENA su apoyo y coordinación, esperamos coordinarnos con todos los que
están realizando la atención a esta emergencia. Reafirmo la disposición de la
Arquidiócesis para colaborar, no solo en esta fase de la emergencia, sino
también en las fases siguientes
de apoyo a la rehabilitación y a la reconstrucción.
Quiero
saludar y reconocer la participación de muchas organizaciones civiles que han
tenido iniciativas de auxilio a la población afectada y, también, a las
iniciativas espontáneas de personas, de familias y de instituciones que se han
sumado a la organización oficial, para socorrer a familias y comunidades
afectadas. Este es un magnífico signo que da aliento y que nos hace pensar que
sí podemos superar losrezagos que hemos tenido en asuntos como la pobreza y la
violencia. Todos los esfuerzos de apoyo a los afectados por las lluvias, tanto
en la fase de la emergencia como en la rehabilitación y reconstrucción, son
indispensables para contar con condiciones de paz en nuestra región. Por eso es
también importante la colaboración entre las autoridades y la sociedad civil,
para asegurarnos que no se deriven situaciones que generen violencia y que
hagamos de esta emergencia una gran oportunidad para reconstruir nuestra
sociedad en la unidad y la solidaridad.
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La tormenta Manuel en Acapulco y una señal de Dios :
http://gloria.tv/?media=502175