Perdonar siempre, un atajo para el cielo

Rafael Gutiérrez Amaro

San Juan Crisóstomo nos dice:

·         “Nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar”.

Y el Papa Francisco dice también:

·         “No olvidéis esto: el Señor nunca se cansa de perdonar. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios con cada uno?”

¡Perdona por favor!:

·         Es ese grito o ese susurro doloroso que se escapa del alma cuando, no pudiendo ya ser contenido, se desliza de nuestros labios.

·         Y eso sucede en el preciso instante en el que se abren nuestros ojos y de pronto vemos las cosas como son y nos damos cuenta del mal que hicimos.

Descubrir y redescubrir el rostro del perdón nos muestra el arrepentimiento que personas comunes y corrientes pueden llegar a sentir al haber ofendido a alguien que aprecian, en circunstancias netamente cotidianas. Y es que son esas circunstancias de las que está hecha la vida, es ése nuestro medio de acción y es allí donde cometemos errores.

¿Qué sucede si somos nosotros los que ofendimos, los que se apresuraron en juzgar, los que hirieron?:

·         “Por supuesto, lo primero es pedir perdón; pero un arrepentimiento sincero incluye tratar de reparar el mal cometido”.

Como lo señala la Conferencia Episcopal Argentina en su comentario del perdón:

·         Perdonar: “Es reparar el mal y es también analizar por qué tengo una personalidad tan poco firme que me dejo llevar por cualquier deseo, instinto o enojo”.

·         Perdonar: “Es también fortalecer mi conciencia débil con: la oración, la meditación de la palabra de Dios y la Eucaristía”.

·         Perdonar: “Necesita del arrepentimiento sincero; que es también una gracia que viene de Dios y nos insta a ir a la razón fundamental de nuestros fallos que están en lo más profundo de nuestro corazón”.

Cuando somos nosotros a los que nos toca perdonar, hemos de recordar que al hacerlo ganamos mucho, abrimos las puertas de nuestro corazón a la experiencia de un amor más puro hacia nuestros hermanos y hacia Dios y además nos liberamos de un rencor que nos envenena por dentro.

·         Sin embargo, debemos siempre tener en mente que Dios:

§  Es la fuente de la compasión. 

§  Es la misericordia

§  Y es a Él a quien nos tenemos que dirigir para poder ser capaces de perdonar… para siempre.

Existen personas que opinan y hasta promueven que perdonar sin sentirlo es hipocresía. Y de ello nos dice Madre Angélica, fundadora de EWTN:

·         “Cuando una persona decide actuar en contra de lo que su carne siente no es hipocresía, es ¡virtud!”

·         “Aunque sienta que no quiero perdonar o amar a mi enemigo, tengo que hacerlo”.

Finalmente, sólo una vez Jesús nos habla de ser perfectos como el Padre es perfecto (Mt 5, 43-48). Y lo hace en el contexto de:

·         “No excluir a nadie de nuestra comprensión fraternal, de nuestro amor y de nuestro perdón, incluyendo a nuestros enemigos”.

Vayamos pues, incesantemente, setenta veces siete, a Aquél:

·         Que es el Perdón, la Justicia y al mismo tiempo, la más pura, tierna e insondable Misericordia. 

·         Que nunca se cansa de perdonar y que nos insta a nunca cansarnos de pedir perdón.

·         Que es el Amor.

En resumen vayamos a Dios.

Fuente: Solange Paredes. Catholic.link

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