(ZENIT- El Cobre, Santiago de Cuba) Al concluir cinco días de reflexión junto a la Patrona de Cuba, un centenar de católicos llegados de las 11 diócesis de la Isla caribeña han hecho público un Mensaje y diez puntos programáticos para su ser y su hacer como laicos católicos en la Cuba de hoy.
El documento que han llamado: Decálogo del Laico Católico en Cuba: Diez claves para vivir el seguimiento discipular de Jesús bajo el amparo de María, es el fruto de un proceso de construcción colectiva durante el que los participantes han compartido sobre aspectos reales de la sociedad y la Iglesia en la que viven y sobre el sueño de sociedad e Iglesia que les gustaría construir desde su vocación laical. El decálogo dibuja el perfil que quieren reflejar.
Quieren ser laicos que han hecho la experiencia personal de Jesús, que aman apasionadamente a la Iglesia y a Cuba, conscientes de su vocación laical, preocupados por su formación permanente, misericordiosos, que contagian alegría y esperanza. Quieren además ser sensibles a la realidad con espíritu profético, vivir con sentido de pertenencia a la comunidad eclesial, comprometidos con el cuidado de la vida humana y del medio ambiente y capaces de dar un testimonio de vida coherente.
Estos enunciados breves van acompañados de un comentario más detallado y servirán de contraste para la vida de cada uno y para los programas que se elaboren en las diócesis.
Junto al decálogo, los participantes han acordado líneas prioritarias que orienten la labor de la Comisión Nacional de Laicos de la Conferencia de Obispos Católicos que preside monseñor Emilio Aranguren Echeverría, obispo de Holguín, quien acompañó el trabajo del grupo. Cuatro obispos se hicieron presentes y celebraron las eucaristías.
“Ustedes no han venido por cuenta propia sino porque han sido enviados” les recordó Mons. Aranguren. “Un enviado es consciente de quién lo envía, a quién representa y qué misión o tarea entraña este tipo de elección”, indicó en la sesión de apertura del Encuentro Nacional de Laicos (ENL).
Esta tarea se acometió del 17 al 21 de febrero, alternando la oración, presentaciones, trabajo en grupos y plenarios, y también un encuentro con la Virgen de la Caridad y con la Historia de Cuba, noche cultural y fiesta. Miraron a la Iglesia y a la sociedad cubana con la intención de “taladrar la realidad en 5 dimensiones sociales y 5 dimensiones eclesiales” como explicó Bernardo Romero, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional al iniciarse el encuentro.
La mirada a la realidad fue iluminada por la Palabra de Dios, el Magisterio de la Iglesia y las palabras que el papa Francisco dirigió a los jóvenes cubanos en su visita a la Isla el pasado mes de septiembre, y a la invitación a “soñar cosas grandes”.
Guiados por un grupo de facilitadores y por la experiencia del sociólogo padre Jorge Cela s.j. fueron más allá de los sueños al consensuar un decálogo y prioridades que permitan formar y acompañar al laico católico que necesita la Cuba de hoy.
Este encuentro ha tenido lugar en el 30 aniversario de otro encuentro que marcó un antes y un después en la vida de la Iglesia cubana. Lo recordó Mons. Aranguren en la sesión de apertura. Él mismo, ya joven sacerdote, había participado activamente en el Encuentro Nacional Eclesial Cubano de 1986 (ENEC) y en su preparación: Cinco años de Reflexión Eclesial Cubana (REC) en comunidades y parroquias después de 25 años bajo un sistema de gobierno de corte socialista ateizante. Esta reflexión desembocó en un documento de trabajo que fue estudiado y enriquecido con los aportes de los 181 delegados de las 7 diócesis que entonces tenía Cuba.
La idea del ENEC había surgido a partir de la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano en 1979 , en Puebla de Los Ángeles, México. Entonces los católicos cubanos que allí participaron constataron que la Iglesia en Cuba era la única que vivía en un entorno socialista ateizante. Por eso la necesidad de convocar un “Pueblita para Cuba”. Tres décadas después y respondiendo a las inquietudes sobre el papel del laicado descritas en recientes planes pastorales, se ha convocado este encuentro, algo que no es nuevo para la Iglesia en Cuba y que durante años se vivió como los “encuentros laicales interdiocesanos”.
Su celebración se había interrumpido a partir de 1990, momento en que se había iniciado un proceso de recuperación de las instituciones eclesiales, lo que motivó que muchos laicos presentes en la sociedad pasaran a ocupar responsabilidades al interior de la Iglesia en la tareas pastorales y comisiones.
La actual Comisión Nacional de Laicos ha trabajado durante dos años, pensando en los contenidos del trabajo de estos días y motivando a las diócesis a identificar posibles delegados que después dinamicen la vida laical. La visita del papa Francisco a Cuba en el mes de septiembre llevó a postergar la celebración de este encuentro que ahora ha coincidido con el 30 aniversario del ENEC.
Es por ello que los católicos cubanos se han congregado, en las mismas fechas, en torno a dos eventos “de diferente naturaleza”, a los que se refirió el arzobispo de Santiago de Cuba durante la misa de clausura del ENL. “El de La Habana más académico con conferencias. Este, como asamblea de laicos más participativa. Los dos se complementan en la vida de la Iglesia y los dos van hacer mucho bien”, indicó monseñor Dionisio García Ibáñez, presidente de la Conferencia de Obispos Cubanos.
El evento de La Habana ha estado centrado en la figura del venerable padre Félix Varela Morales, a quien se le reconoce como sacerdote de gran caridad, que vivió en la pobreza y la fidelidad a la Iglesia, comprometido con la formación de los jóvenes y con el pensamiento independentista de la Isla en el siglo XIX. El celebrado junto al Santuario de El Cobre, con la intención de revitalizar a la nueva generación del laicado cubano con más corta andadura eclesial. Su programa ha permitido el intercambio entre varias generaciones de católicos. El grupo escuchó el testimonio de personas formadas en la antigua Acción Católica y de generaciones posteriores.
La proyección de un documental sobre lo que fue el ENEC de 1986 calentó mentes y corazones. El recorrido de la Iglesia desde entonces, con las palabras de bienvenida de Mons. Aranguren y los datos aportados por Laura María Fernández ubicó a los participantes en el momento presente: una Iglesia que en 30 años ha crecido en el número de diócesis, que son ya 11, y en sus instituciones y estructuras pastorales. También ha cambiado su población, compuesta en gran número por pequeñas comunidades y casas de misión y por ‘nuevos católicos’ que se han acercado a la Iglesia más recientemente. De los componentes del grupo en El Cobre tan solo 8 habían participado en el ENEC, más de 50 de ellos con una edad entre los 23 y 50 años.
Para Julián Rigau Bacallao, que coordina un proyecto nacional de la pastoral campesina, estos días han sido “un paso fundamental que es vivo y es un método de vida: analizar la realidad con sus luces y sombras y expresar nuestros sueños, porque quien no sueña no vive”. Él es miembro del grupo de trabajadores cristianos y dice que ha esperado 16 años para llegar aquí “con un grupo tan numeroso de tantos lugares de Cuba”. Le recuerda “la etapa luminosa del ENEC y veo que estamos llegando un poco más lejos ahora”. Describe el encuentro como algo “de mucha esperanza para el futuro”. Piensa que hay que “reorganizar el laicado para ser luz. Si el laicado no se compromete como tal, faltará esa luz al pueblo cubano”.
Además de celebrar cada día uno de los sacramentos de iniciación, los delegados peregrinaron al vecino Santuario de la Virgen de la Caridad, viajaron a Santiago de Cuba -a unos 20 kilómetros- para orar por la Patria ante el Mausoleo de José Martí, y ante los restos del arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice Estiú. En la catedral de Santiago de Cuba visitaron la exposición del Museo de la Biblia y en la nave ‘ronera’ Don Pancho, donde recibieron el testimonio de un maestro del ron cubano José Pablo Navarro, quien en 1986 participó en el ENEC y ahora les ha retado a los católicos de hoy a no huir del mundo y a “transparentar a Cristo en el actuar, en el vivir, en el trabajo, la familia y en el barrio, cueste lo que cueste”.
Antes de disgregarse, en el Santuario de la Patrona de Cuba, proclamaron un mensaje y presentaron su ofrendas. Todo lo reflexionado y recogido en estos días se ha entregado a los obispos a quienes los delegados les han pedido que, en sus encuentros junto al Santuario, rieguen el árbol que quedó plantado sobre tierra traída de todas las regiones de Cuba, “como símbolo de nuestro compromiso con la germinación de una nueva primavera para nuestra Iglesia y para nuestra patria, a las que amamos entrañablemente”.
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