(ZENIT – Roma).- La inestabilidad crónica que está caracterizando dramáticamente zonas de Oriente Próximo ha progresivamente canalizado la atención occidental sobre los trágicos sucesos que diariamente se verifican en esta zona. El cuadro es difícil de descifrar, también por los múltiples intereses geopolíticos y económicos en la zona, los momentos de diálogo y profundización se hacen necesarios para delinear estrategias de pacificación, contribuyendo de tal forma a la reconstrucción de los tejidos comunitarios golpeados por el conflicto.
Y con este objetivo, el Pontificio Instituto Oriental ha organizado del 11 al 13 de noviembre, un congreso internacional dedicado específicamente a Oriente Medio y a sus perspectivas de futuro, con un mirada al rol imprescindible que las Iglesias orientales revisten en el contraste a los odios sectarias, demasiado a menudo utilizadas por actores externos para perseguir los propios intereses en la región.
No es casualidad que tal iniciativa se realiza con ocasión de la celebración por el centenario del Instituto, fundado en 1917 de Benedicto XV y confiado por Pío XI a la Compañía de Jesús en 1922. El objetivo de esta institución es “promover el conocimiento del patrimonio cultural y espiritual del cristianismo oriental”.
El programa del encuentro está divididos en diferentes áreas temáticas, una por día, y contará con la presencia de invitados ilustres.
“Damasco, prisma de esperanzas” representa un momento preciosos de encuentro y elaboración, imaginado para que cada una de las diferentes sensibilidades presentes pueda ofrecer la contribución a la neutralidad de los sectarismos de la región y de los odios confesionales. La esperanza es que “esta iniciativa pueda convertirse en piedra angular en el accidentado recorrido que lleva a la paz de Oriente Próximo”.
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