“En este camino en el que somos parte del sembradío de Dios, debemos asumir nuestra tarea de ir purificando y cortando o ‘podando’ todo aquello que entorpece el crecimiento del buen trigo en nosotros. Somos los primeros responsables. No somos espectadores o críticos de una historia, somos protagonistas de la misma. Esta parábola es una enseñanza que debemos asumir”, dijo Mons. Arancedo.
El Arzobispo destacó que este domingo se leen “un conjunto de parábolas en las que Jesús contrapone la impaciencia de los hombres y la paciencia salvífica de Dios”.
“Nos habla de esa paciencia que tiene por horizonte el tiempo del Reino Dios, frente a esa impaciencia que vive a la espera del fruto ya. El tiempo de Dios tiene una dimensión que supera la inmediatez de los cálculos humanos, como del espacio o lugar en que nos movemos", sostuvo.
“El tiempo ilumina los espacios y ayuda a generar procesos; el sentido del tiempo de Dios nos ayuda a respetar a las personas y sus momentos de crecimiento. La paciencia tiene que ver con la esperanza, porque tiene su fuente en la fe en un Dios creador y providente”, agregó.
Al referirse a la parábola de cizaña, el prelado consideró que esta “habla de la delicadeza del amor de Dios por sus hijos a los que siempre espera, más allá de las dificultades en las que se puedan encontrar”.
“Ve primero el bien, el trigo y lo cuida, no se deja llevar por el poder de la cizaña ni organiza una 'guerra santa' contra ella. Confía, acompaña y espera”, agregó.
Finalmente, Mons. Arancedo recordó que “debemos comprender, y esta es la enseñanza de Jesús, que no somos dueños de la historia ni del tiempo, menos de las personas, somos peregrinos con nuestras fragilidades hacia una plenitud a la cual estamos llamados y para la cual Él mismo se hizo para nosotros: 'camino, verdad y vida'”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 22 de julio de 2017
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