A raíz de la pandemia, la editorial Luciérnaga se puso en contacto con ella y le propuso escribir un libro sobre la situación de los mayores en nuestra sociedad a causa del coronavirus.
«El día anterior había fallecido una amiga mía y me encontraba muy afectada. Les respondí que lo haría, pero que en él iba a volcar más experiencia personal, un texto que saliera más del corazón a diferencia de otros libros anteriores, y escrito desde mis creencias como católica. Su respuesta fue: ‘Tienes carta blanca, escribe lo que quieras’.»
El resultado es «Nuestros mayores», un libro breve, conciso y lleno de contenido. Habla de los sufrimientos que han llegado este año, pero con una mirada llena de esperanza.
Suplir con nuestro afecto
«En estos momentos -explica- tenemos otra oleada de la COVID-19 y nos acordamos de la experiencia que tuvimos en el confinamiento y el dolor que sufrimos por no poder acercarnos a nuestros mayores. Ahora podemos acompañarlos y suplir con creces con nuestro afecto lo que no pudimos hacer antes.»
¿Qué podemos hacer esta vez? «No podemos bajar la guardia. Cuando no sea posible la presencia física, utilicemos los medios que nos ofrece la tecnología«.
Cardona explica a modo de ejemplo que ahora, desde su casa en Barcelona, tiene videollamadas con una de sus nietas, de 26 años, que vive en Londres: «No siempre estamos de punta en blanco ni nos hemos maquillado, pero a las dos nos hace mucho bien esa pequeña o larga conversación, según el día.»
Los mayores viven pensando en los hijos y los nietos
«Muchos mayores -añade- viven pensando en sus nietos y en sus hijos. Ellos son su vida. Los padres y los nietos han de estar atentos a su situación para tener más detalles y delicadezas con ellos. Es una oportunidad para reforzar los vínculos familiares con los mayores que nos han dado todo y han sido referentes de muchos valores.»
«Nací en el 36, cuando estalló la Guerra Civil en España -dice-. Tomé mi primer panecillo blanco a los 6 años. Los de mi generación somos fuertes, nos quejamos poco. Y esto también me ha hecho pensar que incluso los que fallecieron en los días más duros del confinamiento solos en los hospitales o en las residencias, no estuvieron solos del todo.»
Más atentos a las dificultades de los demás
De la pandemia subraya una lección, «que no sabemos casi nada. Este no saber y no poder tener el control de todo nos hace bien. Bien en nuestra convivencia familiar y bien en nuestras relaciones sociales. La humildad nos hace estar más atentos a las dificultades que tienen los demás y nos volvemos más cercanos al no ser prepotentes.»
La prioridad, nuestra familia
Victoria Cardona recuerda que «la prioridad en esta segunda ola debe ser nuestra familia. Y de ella, los más vulnerables: los abuelos, los enfermos, los niños, los adolescentes.»
En el libro, la escritora «pone patas» a cómo vivir la esperanza y da multitud de ideas en torno a valores esenciales: la amistad -«hay que vivir el distanciamiento social pero hemos de procurar vivirla con los medios a nuestro alcance»-, el agradecimiento, el perdón, la esperanza, el sentido del dolor, el amor, la ternura… Lo hace con comentarios que son fruto de la experiencia de su propia vida (con 6 hijos y 4 nietos), con sentido espiritual y a la vez práctico.
Acerca de la necesaria reflexión sobre la muerte, Cardona escribe: «Lo que los abuelos soñamos es esperar la muerte rodeados de quienes amamos y nos amaron y recibir la asistencia espiritual del sacerdote, los que somos creyentes, para que -perdonados de nuestras culpas- podamos reposar con el amor de Dios en el cielo y encontrarnos con los que amamos en vida. Médicos, enfermeros y sacerdotes hicieron lo que pudieron durante la pandemia y muchos lloraban al terminar el día de trabajo ante tal situación.»
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