Esposa de Teodosio el Grande, fue clave en la defensa del credo niceno contra el arrianismo en el siglo IV
Teodosio I fue el último gran emperador de la Roma Imperial y destacó, entre otras cosas, por su defensa del cristianismo como religión protegida que elevó al rango de credo oficial. Las decisiones de Teodosio fueron en buena parte impulsadas gracias a su primera mujer, Elia Flavia. Una de las emperatrices más importantes del Bajo Imperio.
Elia Flavia había nacido en un momento indeterminado hacia el año 362 de nuestra era en tierras de la Hispania Romana. Hija de una rica e influyente familia de la zona del Duero. Elia Flavia se casó con el entonces general y terrateniente Teodosio. La pareja tendría tres hijos, Arcadio y Honorio, que terminarían heredando los Imperios Romanos de Oriente y Occidente respectivamente, y Pulqueria, una niña que no sobreviviría a la infancia.
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Impulsó a su marido a bautizarse
El 19 de enero del año 379, tres años después de contraer matrimonio, Teodosio era elevado al rango de coemperador por orden del emperador Graciano. Era en un momento de grandes problemas en las fronteras del Imperio, amenazadas por distintos pueblos bárbaros y, en el interior, por las constantes discusiones teológicas entre distintas ramas del cristianismo.
Es probable que la elección de Teodosio estuviera influida por el papa Dámaso que quería ver en el poder a un ferviente católico. Sin duda la postura de su esposa, abiertamente defensora de la fe cristiana, ayudó en la elección.
Elia Flavia había mostrado siempre con orgullo sus creencias religiosas. Impulsó a su marido a bautizarse, pues aún era solamente un catecúmeno o cristiano no bautizado, y a posicionarse en las pugnas internas acerca de la doctrina cristiana. En ese sentido, convertidos ya en emperador y emperatriz, Teodosio, acompañado de su esposa, viajaron a la ciudad macedonia de Tesalónica donde se celebró un concilio que marcaría un antes y un después en el devenir de la historia.
Cristianismo niceno religión del Imperio
El 28 de febrero del año 380 se decretaba el Edicto de Tesalónica según el cual el cristianismo niceno se convertía en la religión oficial del Imperio Romano. Un año después, en el II Concilio Ecuménico de Constantinopla se ratificaban las decisiones tomadas en el I Concilio de Nicea del año 325 que condenaba las ideas arrianas según las cuales la naturaleza de Cristo no era divina.
Los defensores del credo niceno vieron en Elia Flavia a una de sus principales garantes. Fue ella la que convencería a su esposo de no negociar con algunos de los principales defensores de Arrio y apoyar sin matices la naturaleza divida de Jesús.
Una de las emperatrices más caritativas
Elia Flavia no solo demostró su profunda fe en el ámbito de la doctrina cristiana sino que también pasó a la historia por ser una de las emperatrices más caritativas de la historia de Roma. La emperatriz dedicó parte de su tiempo a visitar los hospitales de Constantinopla, donde vivía la familia imperial.
Ella misma se acercaba a los enfermos para darles de comer y ayudar en todo lo que pudiera como si fuera una persona más. También se preocupó por algunos condenados a muerte a los que conmutó la pena. Elia Flavia se tomó muy en serio su decisión de estar al lado de los más necesitados.
Incluso cuando en el año 383 era elevada al rango de Augusta. Convirtiéndose en una de las últimas emperatrices romanas en alcanzar tan alta distinción. Una distinción que no solo era honorífica sino que le otorgaba una cierta autoridad en la cúpula del poder.
Timón de la justicia
La prematura muerte de su hija Pulqueria en el año 385 cuando apenas tenía ocho años de edad, sumió a la emperatriz en una profunda tristeza de la que no se recuperaría. Un año después, fallecía tras caer gravemente enferma.
A las honras fúnebres asistieron todas las personas que habían admirado a aquella mujer como ferviente católica y caritativa emperatriz. En su último adiós, fue el obispo Gregorio de Nisa la definió como el “timón de la justicia” y la “imagen de la filantropía”. Para Gregorio, Elia Flavia fue “pilar de la Iglesia, decoración de los altares, riqueza de los necesitados”.
La Iglesia ortodoxa la venera como santa.
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