Es importante no privar a nuestros hijos del conocimiento y la compañía de estos auténticos amigos que son los ángeles.
Como sin duda es difícil hablar de ángeles, los niños ignoran a veces su existencia o, cuanto menos, no se les ocurre rezarles. Sin embargo, hay muchas maneras y muy sencillas de hacerles descubrir a estos amigos que Dios les ofrece para acompañarles en el camino de la santidad.
Podemos empezar por invocar a los ángeles de la guarda durante la oración familiar pidiéndoles que velen por nosotros.
Luego, podemos contar a los niños pasajes de la Biblia marcados por la intervención de ángeles. Por ejemplo:
- La historia de Tobías guiado por Rafael, “uno de los siete ángeles que están delante de la gloria del Señor y tienen acceso a su presencia” (Tb 12,15).
Jesús habla también de los ángeles y conversa con ellos:
- “Se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte” (Lc 15,10)
- El Hijo del hombre “enviará a sus ángeles para que, al sonido de la trompeta, congreguen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte” (Mt 24,31).
- Sin olvidar el relato de Navidad en el que el ángel anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él” (Lc 2,14).
Cuando hablamos de los ángeles a los niños, conviene hablar con concisión, sencillez y verdad.
No hay necesidad de buscar a toda costa representaciones gráficas.
Hay que explicar a los niños que son espíritus puros y que por eso no les podemos ver. No les escuchamos.
Es cierto que, a veces, los ángeles asumen forma humana para intervenir en las vidas de las personas, pero no se trata más que de una máscara.
Los ángeles no tienen cuerpo.
Si se les representa con frecuencia con alas es para mostrar su función de mensajeros (la palabra ‘ángel’ significa, etimológicamente, ‘mensajero’).
Las representaciones ilustradas (salvo por ciertos episodios concretos como la historia de Tobías o la Anunciación) quizás son una aparente solución fácil cuando los niños son pequeños, pero pueden presentar el peligro de llevar a los niños, una vez adultos, a rechazar la realidad al mismo tiempo que la imagen.
El día en que comprendan que los ángeles no tienen cuerpo, ni siquiera con alas, podrían creer que los ángeles no existen si no se les ha explicado suficientemente el valor tan relativo de estas representaciones pictóricas. Lo mejor es siempre remitirse a la Palabra de Dios y conservar la confianza.
Christine Ponsard
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