Ciudad del Vaticano, 30 marzo 2014 (VIS).-A mediodía el Santo Padre se ha asomado a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Antes de la oración mariana ha comentado el evangelio de San Juan que narra el episodio del ciego de nacimiento a quien Jesús devuelve la vista y que el apóstol describe en pocos versículos porque su intención es atraer la atención no tanto sobre el milagro sino sobre las discusiones que éste engendra.
“Tantas veces una buena acción, una obra de caridad origina habladurías, discusiones porque hay algunos que no quieren ver la verdad... El ciego curado es en primer lugar interrogado por la multitud sorprendida...luego por los doctores de la ley. Al final llega a la fe, y ésta es la gracia más grande que Jesús le da: no sólo ver, sino conocerle y verle como 'la luz del mundo'”, ha dicho Francisco.
“Mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley, al contrario, se hunden cada vez más en su ceguera interior. Encerrados en su presunción, creen que ya tienen la luz; por eso no se abren a la verdad de Jesús y hacen de todo para negar la evidencia. Dudan de la identidad del hombre curado; después niegan la acción de Dios en la curación y ponen como pretexto que Dios no actúa el sábado; llegan incluso a dudar que aquel hombre hubiese nacido ciego. Su cerrazón a la luz se vuelve agresiva y desemboca en la expulsión del templo del ciego curado”.
En cambio el camino del ciego “es un camino por etapas, que parte del conocimiento del nombre de Jesús... Tras las insistentes preguntas de los doctores, primero lo considera un profeta y luego un hombre cercano a Dios. Después de haber sido alejado del templo y excluido de la sociedad, Jesús lo vuelve a encontrar y le 'abre los ojos' por segunda vez, revelándole su identidad: 'Yo soy el Mesías'. Entonces el que había sido ciego exclama: 'Creo, Señor' y se postra ante Jesús”.
“Nuestra vida, a veces, - ha observado- se parece a la del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a la gracia. A veces, desgraciadamente, es un poco como la de los doctores de la ley. Desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, e incluso al Señor. Hoy estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para que nuestra vida dé fruto, para eliminar los comportamientos que no son cristianos. Todos somos cristianos, pero todos tenemos algunas veces comportamientos que no lo son, que son pecados. Tenemos que arrepentirnos y eliminarlos... para comportarnos como 'hijos de la luz'. con humildad, paciencia, misericordia. Aquellos doctores de la ley no tenían ni humildad ni paciencia ni misericordia...¡No tengamos miedo! Abrámonos a la luz del Señor que nos espera siempre, para hacernos ver mejor, para darnos más luz, para perdonarnos... y renacer a una vida nueva”.
Después del Ángelus el Obispo de Roma saludó a un grupo de militares italianos que han peregrinado a pie desde Loreto a Roma “rezando para la resolución pacífica y justa de las contiendas. Es muy hermoso lo que han hecho; Jesús en el Sermón de la Montaña dice que son bienaventurados los artífices de paz”.
“Y no os olvidéis -concluyó dirigiéndose a todos - cuando volváis a casa, tomad el evangelio de Juan, capítulo 9 y leed esta historia del ciego que volvió a ver y de aquellos que presumían de ver y que se hundieron cada vez más en su ceguera”.
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