Desde hace un tiempo, los medios de comunicacion vienen publicando noticias de sucesos preocupantes en torno a la caída inesperada de gruesas ramas de árboles en distintos puntos de Madrid. Habitualmente, los desprendimientos causan desperfectos materiales en coches, aceras y mobiliario urbano e incluso han causado víctimas mortales. La cosa va a más.
La causa de los siniestros es todavía ignorada, aunque supongo que estará siendo objeto de investigación, mediante técnicas demoscópicas que parece ser que tienen un gran éxito y son de extraordinaria fiabilidad. Puede incluso que se sepa a qué responden estos bruscos incidentes, pero no quiere hacerse publico, por temor a generar pánico colectivo.
Lo que es seguro, por evidente, sin necesidad de acudir a métodos científicos, es que no se debe a inesperados vientos impetuosos, ni fenómenos meteorológicos devastadores. Algunos piensan que el origen de estos tenebrosos acontecimientos,se debe a causas endógenas, que tienen su origen en la contaminación de la savia interna, cuya buena salud es imprescindible para la existencia de los árboles, seres vivos, aunque no de la especie humana, por si alguno tiene dudas. La falta de sustratos y de luz natural, el riego constante con residuos fecales subterráneos y la ausencia de alguna buena poda cuando toca, desgastan poco a poco las raíces y el mal acaba alcanzando hasta la última hoja, aunque diminutos brotes verdes puedan disfrazar la podredumbre interior y pequeñas ramas sanas y floridas destaquen por su contraste, en el sombrío panorama.
La enfermedad es progresiva y si no se ponen los remedios oportunos a tiempo, si no se cuida el interior, el daño es irrevocable, tanto para el árbol, como para los que sufren inocentemente sus dramáticas consecuencias. La caída absoluta o la tala de este algarrobo estéril, será inevitable. Y aquel que un día se alzaba orgulloso y gallardo apuntando al cielo, el que sirvió de hogar a las sencillas gaviotas que encontraban entre sus fuertes ramas un lugar para cobijar a su familia, aquel que dio sombra y esperanza al transeúnte cansado del camino, no servirá mas que para hacer leña que alimente una triste hoguera. Fuego fatuo de troncos podridos. Y después de extinguirse la pobre llama, se hará cenizas, luego polvo, finalmente....nada.
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