¿Vocación de mayoría? La hora de las minorías creativas

Diego Vigil de Quiñones

La situación política de los últimos meses (concretada en los resultados de las europeas y municipales), y la que va a marcar los que vienen, se está caracterizando por un progresivo cambio de caras, de partidos, de estrategias, de posicionamientos y de roles entre los actores políticos. En este proceso de cambio, llaman la atención dos actitudes: por un lado, determinados llamamientos de algunos líderes políticos a sumar una gran mayoría, algo que podría calificarse de “vocación de mayoría” y que lleva a formar plataformas amplias (como Guanyem, Ahora Madrid o Zaragoza en Común), incluir independientes en las listas (ej. Manuela Carmena) o aceptar pactos con otras fuerzas (Ciudadanos “franquició” su marca a muchos grupos locales de diferente procedencia); por otro, la actitud más cauta que caracteriza a otros, que quieren preservar su posición de poder o la ortodoxia de su proyecto antes que salir en tromba procurando aglutinar apoyos. La primera actitud ha dado grandes éxitos electorales a Podemos, Ciudadanos, Compromís, las Mareas gallegas y otros. La segunda actitud, ha sido la que ha hundido a IU y UPyD. Mientras unos fueron desplegando banderines de enganche, otros parece que quisieron evitar que se les sumen apoyos, por si acaso esos apoyos les obligan a cambiar algo.

En el fondo de ambas actitudes, hay un problema de virtud muy importante. En todo proceso de transformación hay minorías que mueven a la masa (así lo entendieron Ortega y otros –si bien el concepto y rol de minoría está en franca revisión-). El insigne historiador Toynbee diferencia los conceptos de minoría dominante y minoría creativa: el primero lo refiere por ejemplo a los mamelucos, guerreros que lograron dominar Egipto sin conexión con su pueblo; el de minoría creativa, a unos fugitivos de Troya que se instalaron en la península itálica y fundaron Roma. De las minorías creativas suele decirse que tienen una serie de virtudes de las que carecen las minorías dominantes: fundamentalmente las virtudes relacionales (empatía), la audacia y la magnanimidad. La esterilidad de la minoría vendría por la exaltación de lo particular y el “ghetismo” (o encerramiento en sí misma de la minoría) que impiden el dinamismo que lleva a la minoría hacia lo universal, hacia la plenificación- transformación de la mayoría (cfr. GRANADOS- DE RIBERA, Minorías creativas, Burgos 2011).

La falta de la virtud que podríamos llamar “vocación de mayoría” ha terminado con IU y UPyD (que hace apenas un año iban a ser las dos grandes fuerzas de recambio), y en parte con el PSOE, en beneficio de Podemos y Ciudadanos. Mientras tanto, en la derecha no se ha llegado a producir un trasvase del PP a otro partido nuevo, y no por falta de oportunidades (VOX se conoció de sobra, fue todo lo nuevo y atractivo que se podía ser, y la gente no se cambió). El electorado liberal-conservador, ante una cierta evidente falta de conexión del PP con su electorado, ha optado por esperar. Están a la espera de que alguien vuelva a ser la minoría creativa que logró en los 90 pasar de cinco a nueve millones de votos conformando la “nueva mayoría”.

¿Habrá minorías creativas capaces de dinamizar los partidos tradicionales? El futuro de la política española dependerá de la “vocación de mayoría” que quieran tener los partidos hoy existentes, como con acierto ha señalado el incipiente y puntero grupo qveremos.org aquí. Es la hora de las minorías creativas.

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