En el marco de la Octava de Navidad, que la Iglesia celebra hasta el 1 de enero, el Papa presidió una multitudinaria Audiencia General. Pese al intenso frío miles de personas -incluyendo numerosas familias con niños pequeños- llegaron a la Plaza de San Pedro.
En su catequesis, el Papa destacó la tradición de hacer pesebres en los hogares "que se remonta a San Francisco de Asís y que mantiene vivo en nuestros corazones el misterio de Dios que se hace hombre".
También recordó que "la devoción al Niño Jesús está muy difundida" y aseguró que el hecho de que "Dios ha sido un niño", debe "tener un significado peculiar para nuestra fe".
"Para crecer en la fe tendremos necesidad de contemplar más a menudo al Niño Jesús", dijo el Papa pero admitió que "no conocemos nada de este período" salvo que le impusieron el nombre después de ocho días de nacido, la presentación en el Templo, la visita de los Magos, la fuga en Egipto y el episodio del templo a los 12 años de edad.
"Como se ve, sabemos poco del Niño Jesús, pero podemos aprender mucho de Él si miramos la vida de los niños. Es una bella costumbre, que los padres, los abuelos tienen, que es aquella de mirar a los niños, ver qué hacen", indicó.
El Pontífice explicó que los niños quieren atención porque tienen necesidad de sentirse protegidos. "Es necesario también para nosotros poner al centro de nuestra vida a Jesús y saber, incluso si puede parecer paradójico, que tenemos la responsabilidad de protegerlo".
Jesús Niño "quiere estar entre nuestros brazos, desea ser cuidado y poder fijar su mirada en la nuestra".
El Papa pidió "hacer sonreír al Niño Jesús para demostrarle nuestro amor y nuestra alegría porque Él está en medio de nosotros. Su sonrisa es signo del amor que nos da certeza de ser amados".
"Los niños, finalmente, aman jugar. Pero hacer jugar a un niño, significa abandonar nuestra lógica para entrar en la suya. Si queremos que se divierta es necesario entender qué le gusta a él. Y no ser egoístas y hacerles hacer las cosas que nos gustan a nosotros", agregó.
El Papa explicó que "delante de Jesús estamos llamados a abandonar nuestro reclamo de autonomía, y este es el centro del problema, el reclamo de autonomía para acoger en cambio la verdadera forma de libertad, que consiste en el conocer a quien tenemos delante y servirlo".
"Él es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Ha venido entre nosotros para mostrarnos el rostro del Padre rico de amor y de misericordia".
Al finalizar su reflexión, el Papa pidió a cada uno abrazar "entre nuestros brazos al Niño Jesús, pongámonos a su servicio: Él es fuente de amor y de serenidad. Y será una bella cosa hoy cuando volvemos a casa ir cerca del pesebre y besar al Niño Jesús y decirle: 'Jesús, yo quiero ser humilde como Tú, humilde como Dios' y pedirle esta gracia".
La humildad de Dios "es un misterio grande". "Nosotros que somos orgullosos, llenos de vanidad y que nos creemos grandes cosas, somos nada, Él es grande, es humilde y se hace Niño, esto es un gran misterio, Dios es humilde ¡es hermoso!", exclamó.
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TEXTO: Catequesis del Papa Francisco sobre la Navidad en el Jubileo de la Misericordia https://t.co/W8EFE8ZiRq
— ACI Prensa (@aciprensa) diciembre 30, 2015
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