En el encuentro, algunos de ellos cantaron y después de una breve presentación, el Santo Padre fue escuchando las preguntas que le hicieron. Mientras, Francisco tomaba notas en unas hojas para responder después de manera improvisada.
En sus respuestas, el Pontífice reveló algunos aspectos desconocidos hasta ahora de su vida, como que de mayor quiso ser carnicero, o que su madre les ponía a él y a sus hermanos delante de la radio todos los sábados para escuchar ópera.
El Papa también habló de la figura del cantor y de la necesidad de estar alegres y no enfardarse, porque esto es una enfermedad que envenena el alma y advirtió que hay personas que están enfadadas siempre y esto es un peligro.
“Me gusta cantar, pero si yo cantase parecería un asno porque no se cantar, ni siquiera se hablar bien porque tengo un defecto en el modo de hablar, no en la fonética”, dijo riéndose al comienzo de su discurso.
El Papa contó a continuación una anécdota familiar: “desde niño, nosotros somos cinco hermanos, nuestra madre el sábado, a las 14 horas de la tarde, nos hacía sentar delante de la radio para escuchar. ¿Qué escuchábamos? Todos los sábados se hacía la retransmisión de una ópera y nuestra madre nos enseñaba cómo era esta ópera. ‘Miren cómo se hace esto’. Desde niño he sentido el placer de escuchar cantar, pero nunca he podido cantar. En su lugar, uno de mis abuelos, que era carpintero, mientras trabajaba cantaba siempre. El placer de sentir cantar me viene desde niño”.
“Me gusta mucho la música y el canto” repitió con una sonrisa. “Os digo una cosa: el canto educa el alma, el canto hace bien al alma. Por ejemplo, cuando una madre quiere dormir a su niño no le dice ‘¡uno, dos, tres, cuatro!’. Le canta una nana, le hace bien al alma y el niño se queda tranquilo y se duerme”, explicó.
Francisco señaló que “San Agustín dice una frase muy bonita que cada uno de ustedes debe aprender en su propia lengua. Hablando de la vida cristiana, de la alegría de la vida cristiana dice así: ‘canta y camina’. La vida cristiana es un camino, pero no triste, sino alegre y por eso canta”. “No lo olviden”, les pidió, “que cada uno lo diga en su lengua: ‘¡canta y camina!’ Así tu alma gozará más de la alegría del Evangelio”.
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