Según la Agencia Católica de Noticias, “una coronación canónica es un acto institucional piadoso, en el que el Papa, a través de un toro [un documento oficial del Papa], designa una corona o halo de estrellas para agregar a una imagen mariana bajo un título devocional específico en un área particular o diócesis“.
Por ejemplo, la imagen de La Purísima Concepción de Santa María en Filipinas fue coronada en 2020, con lo que el número de imágenes pontónicamente coronadas en Filipinas fue de 42.
Existen docenas de imágenes en muchos países del mundo que han recibido coronación pontificia.
La Enciclopedia Católica ofrece un poco de la historia que hay detrás de esta costumbre, que tiene raíces en el cristianismo oriental y occidental.
“La ofrenda de coronas para adornar imágenes se convirtió en una práctica común en las Iglesias orientales. En sí misma, no significaría más que agregar ese esplendor adicional al icono que también podría dar un hermoso marco dorado. Luego, la colocación de la corona atrajo naturalmente un cierto rito, y la corona misma, como todas las cosas dedicadas al uso de la Iglesia, se bendecía antes de ser colocada.
También en Roma, una ceremonia se desarrolló a partir de esta práctica piadosa. Un caso famoso es la coronación de la imagen de nuestra Señora en Santa María la Mayor. Clemente VIII (1592-1605) presentó coronas (una para nuestro Señor y otra para Su Madre, ambas representadas en la imagen) para adornarla; también lo hicieron los papas posteriores. Estas coronas se perdieron y Gregorio XVI (1831-46) decidió reemplazarlas. El 15 de agosto de 1837, rodeado de cardenales y prelados, llevó coronas, las bendijo con una oración compuesta para la ocasión, las roció con agua bendita y las inciensó”.
La coronación de una imagen es una forma para que el Papa afirme la devoción de la gente local, que ha demostrado con el tiempo ser devota a Dios, a través de la intercesión de María bajo un título particular.
También reconoce la realidad de que María es nuestra Reina espiritual, que actualmente reina en el cielo. El papa Pío XII dedicó una encíclica completa (Ad caeli reginam) a este tema, instándonos a todos a invocar a María como nuestra Reina y Madre.
Prestemos atención a sus palabras e imitemos a nuestra Reina tanto como podamos:
“Se empeñen todos en imitar, con vigilante y diligente cuidado, en sus propias costumbres y en su propia alma, las grandes virtudes de la Reina del Cielo y nuestra Madre amantísima. Consecuencia de ello será que los cristianos, al venerar e imitar a tan gran Reina y Madre, se sientan finalmente hermanos, y, huyendo de los odios y de los desenfrenados deseos de riquezas, promuevan el amor social, respeten los derechos de los pobres y amen la paz”.
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