Y el aborto… ¿a mí qué me importa?


Vicente Agustín Morro López

Después de proclamar que «la guerra es una locura», el Papa Francisco dijo en la homilía de la Eucaristía celebrada en el cementerio militar de Redipuglia, recordando el comienzo de la Primera Guerra Mundial y a los caídos en esa y en todas las guerras, que «todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños… pero sus vidas quedaron truncadas. La humanidad dijo: “¿A mí qué me importa?”… Para ser honestos, la primera página de los periódicos debería llevar el titular: “¿A mí qué me importa?”. En palabras de Caín: “¿Soy yo el guardián de mi hermano?”».


Esto que dijo el Papa sobre la guerra lo podemos aplicar también al aborto. Por desgracia, también en él, la humanidad ha dicho, y sigue diciendo cada día, “¿A mí qué me importa?” No es casualidad, sino pura coherencia, que el Papa en su viaje a Corea el pasado mes de agosto, en la localidad de Kkottongnae, rezara también en un cementerio de víctimas del aborto, al que ha calificado de «crimen abominable.» ¡Cuánto Caín en nuestra sociedad que no se siente en la obligación de ocuparse ni preocuparse de la vida de los demás, y menos si son no nacidos! ¡Cuántas vidas truncadas por el aborto! ¡Cuántas mujeres han visto sus sueños y proyectos truncados!


Y el aborto… ¿a mí qué me importa? Esta postura, mirar hacia otro lado y desentenderse de este grave drama, nos ha conducido a una sociedad terriblemente injusta e inhumana, a una situación de extrema gravedad en la cuestión de la defensa de la vida humana.


Y el aborto… ¿a mí qué me importa? ¿Qué me importa que haya mujeres que se vean abandonadas por todos, presionadas por todos, engañadas por todos, y que lleguen a ver el aborto como solución a sus problemas? ¿Soy yo acaso el guardián de estas hermanas mías? ¡Que se apañen, yo tengo mis problemas!, es la horrenda respuesta de la mayoría de nuestra sociedad.


Y el aborto… ¿a mí qué me importa? ¿Qué me importa a mí que haya políticos que prefieran desentenderse ahora de este problema? El Gobierno del Partido Popular ha incumplido otra de sus promesas electorales. Por lo visto, por mero cálculo electoralista –seguramente equivocado, además, como suele ocurrir-, el Presidente del Gobierno ha abandonado la reforma de la ley del aborto, haciendo de nuevo seguidismo de las políticas zapateristas: ni protección del derecho a la vida, ni defensa del matrimonio, ni apoyo a la familia, ni derogación de la LOE y rectificación seria y profunda de la política educativa. La defensa de la vida no debería someterse a cálculos interesados, cambiando vidas humanas por “posibles” o reales votos. ¿Qué número de votos justificaría, señores del Gobierno y del partido que lo apoya, que no deroguen la actual legislación de aborto libre y que no promulguen una nueva Ley (mejor incluso que el Anteproyecto que acaban de descartar)? ‘Mejor’ quiere decir que proteja más la vida del ser humano concebido no nacido y a la madre en dificultades, no que se ajuste más a las imposiciones del pensamiento único políticamente correcto y de la ideología de género, ni a la consecución de un supuesto consenso.


Y el aborto… ¿a mí qué me importa? ¿Qué me importa a mí que antes hubiera políticos que aprobaron una Ley que desprotegía totalmente al concebido en las primeras catorce semanas de su vida? ¿Qué me importa a mí que antes hubiera políticos que apoyaran el aborto por cuestiones meramente ideológicas, sin pensar en el sufrimiento al que podían conducir a decenas de miles de mujeres, tantas como vidas humanas se suprimían? Políticos que vieran el aborto como un derecho, como una simple “decisión” –de la madre solo, por supuesto-, como algo que liberaba a las mujeres (¿existen “las mujeres” o la mujer concreta que se ve enfrentada a una tragedia?) de la “trampa” –esclavitud- de la maternidad.


Y el aborto… ¿a mí qué me importa? ¿A mí qué me importa que haya empresarios que se lucren con el más sangriento de los negocios, que se aprovechen del sufrimiento de las madres en apuros? ¡Ese no es mi problema! Yo no tengo la culpa de eso y no puedo hacer nada, no tengo poder. Que lo arreglen los que mandan, decimos mientras nos lavamos las manos –igual que Poncio Pilato condenando a muerte a un inocente-.


“¿A mí qué me importa? Yo tengo mi vida y mis problemas. Además, ya hay asociaciones y grupos que eligen dedicarse a ayudar a las mujeres: está Redmadre, está Provida, está la Casa Cuna, ¿no? Yo a lo mío. No es mi responsabilidad.”


No creo que nadie que piense esto sea capaz de dormir tranquilamente por la noche si tiene algo de conciencia. La obligación de la sociedad es desenmascarar estas posiciones, por eso debemos movilizarnos y alzar nuestra voz en favor de los que no la tienen todavía, los más indefensos entre los indefensos.



8:54:00 a.m.

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