El fallecimiento de Fidel Castro

Hace una semanas pudimos ver a la mayoría de gobiernos occidentales y partidos políticos del «stablishment» o sistema socialista global en el que nos han sumergido, desvivirse en favor de Hillary Clinton: protectora, fiadora y tutora política de Planned Parenthood, la internacional del crimen del aborto, organización de asesinato en masa de seres humanos aún no nacidos: Blood Money.

Y, ahora, vemos a esos mismos gobiernos y partidos políticos, al «stablishment» del sistema socialista global, cantar loas a Fidel Castro con motivo de su fallecimiento. Es totalmente lógico y congruente que los defensores y guardaespaldas políticos del crimen del aborto se deshagan, se derritan en halagos hacia un asesino en masa como Castro: Blood Money.

Repasemos algunas declaraciones de tales representantes de este sistema socialista global, que intenta pisotearnos y exprimirnos:

Jean-Claude Juncker, del Partido Popular Social Cristiano y presidente de la Comisión Europea ha llamado a Castro «héroe». François Hollande, presidente de la República Francesa y co-príncipe de Andorra, le ha llamado «representante del orgullo». El laborista Jeremy Corbyn se ha referido a él como «enorme figura». Boris Johnson, ministro británico de Exteriores, ha estado algo comedido hablando del «fin de una era». Igual que Mariano Rajoy, que se ha referido a Castro como «figura de calado histórico».

No voy a reproducir –por nauseabundo- los panegíricos y embelecos que Castro ha recibido en España de boca de comunistas y anarquistas, del separatismo vasco y catalán, del mundillo afín y complaciente con el gansterismo etarra.

Pero la verdad, que no dirán en los medios de comunicación -oficiales y oficiosos- defensores del sistema socialista global, paladines del gran gobierno mundial; es que:

Fidel Castro era un ladrón. La revista Forbes ha estimado su fortuna en más de 900 millones de dólares, situándolo entre los 10 gobernantes más ricos del mundo. Todo gracias a esclavizar y desangrar al pueblo cubano. Blood Money.

Fidel Castro era un criminal en serie. Comenzó a asesinar indiscriminadamente en Sierra Maestra, en 1957, nada más empezar la guerra civil. Durante ese primer año de guerra se calcula que asesinó a unas 46 personas, y al año siguiente pasaron de 50 los asesinados. La mayoría de estas víctimas eran simples campesinos. He aquí su forma de luchar por el pueblo: asesinar al pueblo. Durante todo su reinado de terror se calcula que asesinó a 9.000 personas, a lo que hay que sumar más de 200 desapariciones y los muertos en sus prisiones ya por tortura ya por la pésima salubridad y alimentación ya por ser «suicidados». Además están los que en todas estas décadas han huido de Cuba. Sólo en 2015, unos 44.000 cubanos huyeron del paraíso del crimen castrista. Y su muerte no ha supuesto el fin de todo este terror. Su hermano Raúl se encarga de continuar el sanguinario régimen. Blood Money.

Los medios de comunicación del «gran panal» tampoco dirán esta otra verdad: que Dios es infinitamente justo pero también misericordioso. Dios ha ejercido la misericordia con Castro de forma visible, dándole largos años de vida para suscitar su arrepentimiento y conversión, para evitar que su alma vaya al infierno.

Pero los grandes santos –como San Agustín y Santo Tomas o San Alfonso María de Ligorio y San Juan María Viney, también nos enseñan que el pecador que emplea el tiempo que Dios le concede en seguir ofendiéndole, le corta la vida para que muriendo deje de ofenderle. Entonces llama a juzgarle. Por lo mismo que Dios es misericordioso también es justo y está obligado a castigar a los ingratos que han despreciado su misericordia. La misericordia está prometida al que teme a Dios (don del Espíritu Santo) no al que le desprecia: «Mía es la venganza, yo les daré el pago a su tiempo, para derrocar su pie. Cerca está el día de su perdición y ese plazo viene volando» (Dt. 32, 35).

El pueblo de Cuba siempre fue y sigue siendo –en su mayoría- un pueblo católico, un pueblo de Dios. Por lo que acordémonos de lo que dice el profeta: «en mi pueblo hay hombres malvados, que están al acecho, agazapados como cazadores, tienden trampas, atrapan a los hombres (...) Por eso se hacen poderosos y ricos, están gordos, rozagantes, su maldad no tiene límites (...) ¿No los voy a castigar por esto?» (Jer. 5, 26-29).

Deseo que Castro haya muerto arrepentido de todos sus pecados, aunque fuese en el último segundo de su respiración. Sería una gran victoria arrancar a Satanás un alma tan seducida y reducida a su servicio. Porque no lo olvidemos: desde el principio de los tiempos estamos inmersos en una «guerra cósmica» de Satanás contra Dios.

Antonio R. Peña

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