Propone la figura de santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia
La espiritualidad de santa Catalina de Siena, una de las mujeres más grandes de la vida de la Iglesia, tenía un centro vital: Cristo, que “es para ella como el esposo, con el que hay una relación de intimidad, de comunión y de fidelidad; es el bien amado sobre cualquier otro bien”.
Así lo afirmó el Papa Benedicto XVI hoy durante la catequesis que pronunció en la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI, y que quiso dedicar a esta santa italiana Doctora de la Iglesia y copatrona de Europa, dentro de su ciclo sobre santas mujeres de la Edad Media.
Catalina de Siena, que vivió en el difícil siglo XIV, fue, afirmó el Papa, una de esas santas “que sacuden las mentes y los corazones provocando conversión y renovación”.
Original de Siena, desde muy joven entró en la Orden Terciaria Dominica. Fue favorecida por numerosas visiones y revelaciones divinas.
A pesar de no ser una persona ilustrada, fue consejera espiritual de “nobles y hombres políticos, artistas y gente del pueblo, personas consagradas, eclesiásticos, incluido el papa Gregorio XI, que en aquel periodo residía en Aviñón y a quien Catalina exhortó enérgica y eficazmente a volver a Roma”.
“Viajó mucho para solicitar la reforma interior de la Iglesia y para favorecer la paz entre los Estados”, explicó el Papa
“También por este motivo el Venerable Juan Pablo II la quiso declarar Copatrona de Europa: para que el Viejo Continente no olvide nunca las raíces cristianas que están en la base de su camino y siga tomando del Evangelio los valores fundamentales que aseguran la justicia y la concordia”.
Por ello, afirmó Benedicto XVI, de esta santa “aprendemos la ciencia más sublime: conocer y amar a Jesucristo y a su Iglesia”. “Aprendamos de santa Catalina a amar con valor, de forma intensa y sincera, a Cristo y la Iglesia”, exhortó a los presentes.
Esposa de Cristo
El Papa explicó algunas de las visiones de la Santa, en las que el propio Jesucristo se desposaba con ella en la fe, o le intercambiaba su corazón.
“Como la santa de Siena, todo creyente siente la necesidad de conformarse a los sentimientos del Corazón de Cristo para amar a Dios y al prójimo como el mismo Cristo ama”, afirmó el Papa. Todos los fieles pueden “aprender a amar como Cristo”, a través de “una familiaridad con Él nutrida por la oración, por la meditación sobre la Palabra de Dios y por los Sacramentos, sobre todo recibiendo frecuentemente y con devoción la santa Comunión”.
Por ello el Papa animó a acudir asiduamente a la Eucaristía, que “es un extraordinario don de amor que Dios nos renueva continuamente para nutrir nuestro camino de fe, revigorizar nuestra esperanza, inflamar nuestra caridad, para hacernos cada vez más semejantes a Él”.
Otro don que Catalina tenía era el de las lágrimas, que “expresan una sensibilidad exquisita y profunda, capacidad de conmoción y de ternura”.
Catalina ejerció también de forma destacada la “maternidad espiritual”, una vocación de la que “también hoy la Iglesia recibe un gran beneficio del ejercicio de la maternidad espiritual de tantas mujeres, consagradas y laicas, que alimentan en las almas el pensamiento de Dios, refuerzan la fe de la gente y orientan la vida cristiana hacia cimas cada vez más elevadas”, concluyó.
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