José Luis Díaz Atilano nació en 1942 y fue ordenado sacerdote en 1973. En la actualidad cumple su sentencia canónica en una casa de los Legionarios de Cristo en Chile.
En su comunicado, la congregación explicó que el caso se remonta a 2010 cuando recibió una denuncia de abuso sexual presentada por una persona adulta, que alegó que cuando era menor de edad fue abusada por el P. Díaz, que era entonces director del antiguo Colegio Zambrano de Santiago.
Los legionarios realizaron una investigación previa cuyos resultados fueron enviados a la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 2012, la Santa Sede ordenó iniciar el juicio canónico y en noviembre de 2013 el Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de Santiago encontró al P. Díaz culpable y se le impuso la pérdida del estado clerical.
El P. Díaz apeló la sentencia, pero el 15 de junio de 2016 la Congregación para la Doctrina de la Fe confirmó de manera definitiva el veredicto de culpabilidad.
Sin embargo, la pena canónica cambió la pérdida del estado clerical por la prohibición perpetua del ejercicio público del ministerio sacerdotal. Asimismo, se encomendó el cuidado de su salud y acompañamiento espiritual a la Congregación de los Legionarios de Cristo.
En su mensaje, la institución pidió “perdón a todas las personas que han sufrido un abuso por parte de un miembro de nuestra Congregación” y expresó que “estamos firmemente comprometidos con el cuidado y la protección de cada uno de los niños y jóvenes que participan en nuestras actividades”.
Esta vigilancia se ve reflejada en una “exigente” Política de Ambientes Seguros implementada desde 2015, que contempla medidas de acogida a víctimas, prevención de abusos, formación continua, códigos de conducta y protocolos de actuación inmediata.
Al concluir su comunicado, la congregación instó a toda víctima de abuso por parte de un legionario o alguien vinculado a la obra, a “denunciarlo a las autoridades competentes y también a través de nuestros canales de escucha y denuncia”.
“Sabemos que cualquier abuso causa un dolor profundo y daña a quien lo ha sufrido, a su familia, a la Iglesia y a la sociedad: queremos conocer los hechos, escuchar su historia y recorrer juntos un camino de sanación y reconciliación”, concluye.
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