El rito cuaresmal por excelencia (para muchos orientales)

¿Estás buscando una bella oración para recitar durante esta Cuaresma? La de san Efrén el sirio podría interesarte. Compuesta en el siglo IV, se recita dos veces al día durante la Cuaresma, de lunes a viernes. En sí misma, resume la esencia del espíritu de la Cuaresma y hacia el cual cada cristiano debe tender.

Se dice primeramente haciendo la señal de la cruz y una “metanie” (prosternación) después de cada petición. Luego nos inclinamos doce veces, haciendo la señal de la cruz y diciendo: “¡Oh Dios, purifícame, pecador!”. Finalmente, repetimos toda la oración con una última prosternación al final.

Señor y Maestro de mi vida, quítame el espíritu de pereza, de desánimo, de dominación y de vanas palabras. (Prosternación)

Pero dale a Tu siervo un espíritu de integridad, de humildad, de paciencia y de amor. (Prosternación)

Sí, Señor Rey, dame ver mis pecados y no juzgar a mi hermano, porque Tú eres bendecido por los siglos de los siglos. Amén. (Prosternación)

Oh Dios, purifícame, pecador (12 veces, inclinándose cada vez).

Luego, reanudamos la oración completa, haciendo al final la señal de la cruz y una gran prosternación.

Esta oración enumera todos los elementos negativos (ociosidad, desánimo, dominación, palabras vanas) y positivos (humildad, paciencia y caridad) del arrepentimiento.

Ella constituye por así decirlo un ayuda memoria de nuestro esfuerzo personal de Cuaresma. Este esfuerzo está dirigido principalmente a liberarnos de ciertos males espirituales fundamentales que impregnan nuestras vidas y nos ponen prácticamente en la imposibilidad de comenzar siquiera a tornarnos hacia Dios”, explica el teólogo ortodoxo Alexandre Schemann en su libro La Gran Cuaresma.

Respecto a las metanies, permiten hacer participar el cuerpo en la oración, restaurando su verdadera función como “templo del Espíritu”.

El hombre entero, en su caída, se ha alejado de Dios, el hombre en su totalidad deberá ser restaurado; es el hombre entero que debe volver a Dios. (…) Por esta razón, el hombre en su totalidad – cuerpo y alma – se arrepiente. El cuerpo participa en la oración del alma, tal como el alma ora por y en el cuerpo. Las prosternaciones, signos psicosomáticos del arrepentimiento y de la humildad, de la adoración y de la obediencia, son entonces el rito cuaresmal por excelencia “, detalla el padre Alexandre Schemann.

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