En el mensaje, firmado por el Secretario de Estado -el Cardenal Pietro Parolin-, recordó la “fragilidad de los tiempos” e hizo referencia a “la soledad durante la pandemia” y a aquellos que “tuvieron que abandonarlo todo para escapar de la violencia de la guerra”.
A continuación, hizo referencia al Evangelio del Buen Samaritano y aseguró que “la fe llena de una motivación inédita el reconocimiento del otro, porque quien cree, puede llegar a reconocer que Dios ama a todo ser humano con un amor infinito y, por tanto, le otorga una dignidad infinita”.
“En el choque de todos contra todos, donde el egoísmo y los intereses creados parecen dictar la agenda en la vida de los individuos y las naciones, ¿cómo es posible mirar a los que nos rodean como un activo que debe ser respetado, apreciado y cuidado?”, se preguntó a continuación el Secretario de Estado.
En esta línea, el Cardenal Pietro Parolin lamentó que “la pandemia y la guerra parecen haber ampliado el abismo, retrasando el camino hacia una humanidad más unida y solidaria”.
Retomando el ejemplo del Buen Samaritano, aseguró que “nuestra existencia está íntimamente ligada a la de los demás y que la relación con el otro es una condición para llegar a ser plenamente nosotros mismos y dar fruto”.
“Al darnos la vida, Dios se ha entregado de alguna manera a sí mismo para que nosotros, a su vez, nos demos a los demás”, defendió.
Asimismo, animó a buscar “un amor al otro por lo que es: una criatura de Dios, hecha a su imagen y semejanza, dotada por tanto de una dignidad intangible, de la que nadie puede disponer o, peor aún, abusar”.
“Cuánta necesidad tienen los hombres y mujeres de nuestro tiempo de encontrarse con personas que no den lecciones desde el balcón, sino que salgan a la calle para compartir el trabajo diario de la vida, sostenidos por una esperanza fiable”, aseguró el Cardenal Pietro Parolin.
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