El testimonio de fe de José Funes, joven estadounidense de origen salvadoreño y hasta hace poco representante juvenil de la Renovación Carismática de los Estados Unidos y Canadá
Para José Funes la vida no ha sido fácil, de crecer sin un papá, pasó a perder la casa de su mamá por un fraude; y a verla destrozada a su madre por haber perdido los sus ahorros de toda su vida. Eso, siendo inmigrante en un país complejo como es EE.UU.
Después pasaron a vivir a un sótano oscuro y después pasaron los dos por un fatal accidente en auto, perdiendo totalmente su único medio de transporte.
José Funes con lesiones después del accidente, como pudo empezó a retomar su vida, se limpió sus lágrimas y limpió las lágrimas de su mamá. Y oró intensamente, se puso en manos de Dios, se puso a su servicio, se puso a trabajar. Poco a poco los milagros empezaron a suceder: lo perdieron todo, pero Dios les tenía un plan y una sorpresa…
Nació en El Salvador, tiene 35 años y actualmente vive en Washington.
– ¿A qué te dedicas, para que tienes habilidades?
Soy asistente en una escuela pública y me dedico a trabajar con niños que tienen problemas de aprendizaje en sus diferentes materias. Los dones o talentos que Dios me ha dado son muchos, pero a mí me gusta crear. Toco guitarra y otros instrumentos y, además, me gustan las computadoras, el diseño gráfico, dibujar y pintar.
– ¿Estudiaste algo?
Cuando fui a la universidad me estaba dedicando a la música, pero también me encantó eso de crear revistas y flyers. Le puse una pausa a mis estudios; en el ministerio no solo organizo la logística, sino también el tema de la promoción.
– ¿En qué ministerio estás?
De hecho voy saliendo. Era el representante juvenil de la región 3, de la Renovación Carismática de los Estados Unidos y Canadá. Mi rol era evangelizar a ocho estados, desde el sur de Nueva Jersey hasta el oeste de Virginia, en donde hubiera un grupo juvenil. Les tenía que dedicar tiempo y ayudarles en la formación para armar esa conexión.
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– ¿Cómo describirías tu ministerio?
Hablándolo proféticamente, es ser discípulo de la juventud, porque tienes que estar acompañando a los jóvenes, a los líderes; así como Jesús preparó a sus discípulos para que fueran apóstoles, para que acompañaran a su pueblo.
– José, al participar en un ministerio de la iglesia católica la gente podría pensar que la vida es fácil, pero ciertamente la vida es común y con problemas.
Los tiempos de Dios son perfectos, pero también llegan momentos grandes de pruebas y es cuando se ve la verdadera fe. En el 2017, terminando mi último programa de formación de Fe y Vida, en donde fui invitado a ser asesor, al salir yo decía «tengo muchos planes, quiero escribir un libro, grabar un disco».
Pasaron algunos meses y de repente mi mamá nos da una mala noticia a la familia. Nos dice que le hicieron fraude con su casa, es decir, que la casa que nosotros teníamos, la tenía que entregar al banco.
En ese entonces había programas de ayuda en donde les decían, a personas como mi mamá, que dejaran de pagarle al banco; y que ellos iban a pelear los problemas en la corte para que al final pagara menos por la casa. Es decir, mi mamá expedía un cheque a nombre de una persona, mes con mes, por tres años, y no a nombre del banco.
Cuando le llegaban los requerimientos de la corte, ella iba con esta persona y le decían que no se preocupara, que ellos iban a abogar por ella. Pero todo era una mentira.
Hasta que un día mi mamá decidió ir a una de esas cortes y fue muy difícil para ella lidiar con el estrés y perder los ahorros de toda su vida por esa casa.
Se sentía mal y derrotada. Yo la veía hundirse y me preocupaba. Además, el contrato de la casa estaba con otra persona que le había ayudado a mi mamá en su momento. Pero, ante tanto problema con la casa, él ya no la quería y tampoco quería problemas con la corte. Y, finalmente, la casa se perdió y mi mamá se vino abajo.
Uno de mis tíos tenía dos casas y nos dejó vivir en un sótano, hasta que un día le hicieron lo mismo y también tuvo que entregar la casa al banco. Recuerdo que en ese momento yo estaba estudiando en la mañana de tiempo completo; y en la tarde trabajaba en la escuela, pero todavía no era asistente de maestro.
Un día, en el 2018, iban comenzando las clases, y mi mamá iba a dejarme a la escuela, pero decidió tomar otra ruta. Recuerdo que estábamos en una sección muy fea y de repente se pasó a un carril con la intención de seguir recto, pensando que le tocaba avanzar y, de repente, un auto nos pegó del lado donde yo iba y fue muy aparatoso. Nuestro auto se destruyó por completo y me tuvieron que llevar al hospital por el dolor en el cuello. Gracias a Dios, a mi mamá no le pasó nada.
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Entonces, todo parecía empeorar, pues otra vez teníamos que mudarnos y perdimos el único medio de transporte que teníamos. Pero no solo eso, por mi salud, tuve que perder clases y dejé la escuela. En ese momento yo estaba en un ministerio que se llama «Tira la red», donde teníamos 24 grupos de jóvenes y mi deber era formarlos; entonces, estaba muy saturado de trabajo y de la situación familiar. Ese fue un año de locura.
– ¿No te rebelaste contra Dios?
Humanamente te enojas, no podía creer que después de todo el servicio que estaba dando, me pasaran esas cosas. Pero después recordé la frase «Si tú te preocupas de las cosas de Dios, Él se va preocupar por las tuyas». Y también está el Salmo 27 que nos dice: «El Señor es mi luz y mi salvación, a nada yo temeré». Y es ahí donde viene esa fortaleza de seguir confiando en Dios.
En medio de ese proceso, de tantos problemas, vinieron las bendiciones. Como joven, yo quería ser independiente, quería vivir solo y hacer mi vida. Y recuerdo que pude aplicar para un apartamento. Mi mamá también lo hizo, pero no se lo dieron por su mal historial crediticio.
Entonces, me llevé a mi mamá conmigo a vivir, porque a mi si me dieron el crédito para comprar mi departamento y ella había perdido su casa por el fraude. Decidí no abandonarla y me la lleve conmigo, olvidé el independizarme y vivir solo. Pedí un departamento un poco más grande y me lo autorizaron, construimos otra recamara para mi mamá. Y ahí comenzaron todas las bendiciones.
En el verano del 2018, en mi trabajo me dicen que tienen un puesto para mí en el segundo nivel. Me entrevistaron y me dieron un trabajo de tiempo completo, con todos los beneficios y prestaciones, aunque no tengo un certificado académico. Pero, por la gracia de Dios, ellos han confiado en mí y estoy por cumplir 10 años trabajando ahí. Todo lo fue poniendo Dios a su tiempo.
En ese año le di todo el tiempo a Dios. Me di un tiempo de descanso y le preguntaba al Señor «¿Qué quieres de mí?» Porque ya había terminado mi tiempo de trabajar en ese ministerio y sabía que Dios me quería para algo más.
– ¿Y cómo iba la situación con tu familia, pues también habían perdido el coche por el accidente?
Al salirme de la universidad, me regresaron un dinero, 4 mil dólares. Entonces, apliqué para un auto usado que pude conseguir, gracias a un amigo, por 3 mil dólares y el resto lo ocupé para hacer trámites.
Poco a poco Dios iba poniendo sus manos en nuestras vidas. De toda esa pesadilla que pasamos, vivimos momentos de aflicción, pero yo sabía que Dios estaba con nosotros.
Mi mamá ha sido una luchadora toda la vida, porque mi papá nunca estuvo ahí y me toca apoyarla. Hemos creado un hogar de paz y ahora ella también tiene su carro, porque ayudó a una persona a sacar las placas y el título de una miniVan y esa persona decidió al final regalarle la miniVan a mi mamá, y fue una bendición para ella para que pudiera ir al trabajo y a las compras.
Después al salirse de ese ministerio en el que ya terminaba, a la semana me llamó el coordinador de la diócesis de Washington de la Renovación Carismática y me dice que estaban pensando poner mi nombre para que fuera el representante juvenil en la región. Dije que sí y ha sido otra gran bendición.
– ¿Crees en Dios?
No solo creo en Él, yo estoy seguro que está Vivo y muy cerca de nosotros. Tenemos un Dios vivo, cómo no creer en Él si cada momento de nuestra vida es un milagro.
– ¿Crees en los milagros?
Sí. Los tiempos de milagros no han pasado. Dios nos ama y tiene cosas grandes para nosotros. Dios no vale la pena, Dios vale la vida, y yo se la entregué a los 14 años al decirle “Señor, te doy mi vida”. Lo único que quiero es agradarle al Señor. Todo lo que Dios me dé será por su gloria.
Yo les digo a los jóvenes que están pasando por una tormenta o por un desierto, que no se preocupen porque Dios está en medio y les mostrará su gloria.
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