El papa Francisco no piensa en renunciar; y los chismes de que desea dimitir pronto han sido desmentidos por el interesado en varias ocasiones.
Sin embargo, Francisco también es verdad que lo admitió jocosamente en el avión de regreso de Canadá: su visita el próximo domingo a la ciudad italiana de L’Aquila reúne símbolos que recuerdan a Celestino V, el único papa dimisionario en la historia hasta Benedicto XVI. El santo papa ermitaño está enterrado allí y Benedicto visitó su tumba, dejando su estola como regalo; para luego de cuatro años, él mismo retirarse al monasterio Monasterio Mater Ecclesiæ en el Vaticano. A esto se suma el consistorio para la creación de nuevos cardenales (que tendrán la misión de elegir a un nuevo papa en futuro conclave).
Otra lectura relacionada con este evento es que en la Iglesia ya se está fraguando una reforma tácita para que la renuncia de un papa ya no sea una excepción en la historia, sino una opción posible. Y esto requiere nuevas reglas para gestionar la convivencia de dos papas o el tratamiento que recibirá el próximo dimisionario.
Celestino V abrió el camino hace siglos, Benedicto XVI lo recorrió en febrero de 2013 y se convirtió en el primer pontífice en unos 600 años en dimitir. Y Francisco no lo descarta, por el contrario, valora la renuncia como una opción; pero sin mostrarla como una prioridad o una opción a corto plazo.
Un viaje sugestivo
Cuando la Santa Sede informó en junio sobre el viaje de papa Francisco a L’Aquila, el 28 de agosto, con el objetivo de presidir la «fiesta del perdón», crecieron las elucubraciones de que una serie de eventos – incluyendo la entrega de la birreta a los nuevos cardenales y las reuniones el día después para ilustrarles la nueva constitución Praedicate Evangelium –, eran ingredientes que, puestos juntos, sabían a presagio de renuncia.
Fuentes vaticanas cercanas a ambos pontificados, Benedicto XVI y Francisco, comentan que la renuncia de Ratzinger fue una operación quirúrgica, digna de destreza alemana racional y meditada con conciencia espiritual. Los que sirvieron a Benedicto XVI en la Curia se niegan a tocar el argumento, mientras todavía esté en vida; de hecho, lo consideran «irrespetuoso», mientras que aquellos cercanos a Francisco, sostienen, que el argumento es algo «vulgar», por otros motivos relacionados.
Los observadores consideran que el reinante pontífice a sus 85 años (la misma edad que tenía Benedicto XVI cuando anunció su renuncia), está vital aún en silla de ruedas; no es un futbolista que necesite de las piernas, únicamente la cabeza y el corazón (que funcionan) para seguir guiando la barca de Pedro, «hasta que Dios quiera», parafraseando Bergoglio, o cuando decida renunciar.
Precisamente, el Papa dijo a los periodistas en el avión de regreso de Canadá que se puede cambiar de papa (si le faltaban las fuerzas): «No sería una catástrofe», aunque por ahora no piensa ni en renunciar y tampoco en una operación a la rodilla derecha para aliviar su dolor.(30.07.2022).
¿Y qué pasaría si Francisco…?
No obstante, normalizar la renuncia formulando reglas claras ya no es un tabú y Francisco podría decidir, en su momento, poner todo ‘blanco y negro’. O, mejor, negro; dado que Francisco indicó que de renunciar no quiere ser llamado papa emérito, sino obispo emérito de Roma. Quizás vestiría de negro como cuando era arzobispo y, no de blanco como el actual papa emérito; igualmente no volvería a Argentina y se quedaría en el Vaticano.
Lo cierto es que un papa emérito ya causó confusión, sin algún prejuicio hacia la decisión valiente de Benedicto, tan solo por fuerza de su novedad (no pasaba en siglos) – especialmente en los círculos más conservadores del catolicismo que en algunos casos se negaron a aceptar los cambios de la reforma que los cardenales en el último cónclave pidieron al 266º Sucesor de Pedro –.
Ahora sería impensable mantener institucionalmente la figura de «dos papas eméritos», aunque pese a ratzingerianos o bergoglianos, considerando la actual ausencia normativa vigente e indefinida para esa dignidad. Para ello, sería suficiente definir todo en una Constitución Apostólica que decrete título, derechos y deberes.
El derecho canónico sí especifica que el Sucesor de Pedro puede renunciar, siempre que lo haga por voluntad propia y no bajo presión. El papa Francisco asegura que «el tiempo es superior al espacio»; por tanto, el tiempo traerá consuelo para que la reforma tácita de la renuncia de un papa sea definida por la ley de la Iglesia finalmente. Actualmente, ya no es inconcebible, el papa Francisco contempla esa opción; pues desea vivir cerca de una iglesia donde pueda confesar y seguir sirviendo hasta el final.
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