Concepción Gimeno de Flaquer y el «Evangelio de la mujer»

El siglo XIX vivió uno de los momentos clave para las mujeres en prácticamente todo el planeta. Fue el siglo de reivindicaciones sociales y políticas, fue el momento en el que culminaron los debates planteados desde mucho tiempo atrás.

Fueron muchas las mujeres que alzaron la voz en distintos países, aportando, todas y cada una de ellas, su personal granito de arena. Concepción Gimeno de Flaquer defendió la igualdad entre hombres y mujeres desde una visión católica; defendiendo que el cristianismo debía formar parte de la agenda feminista. 

María de la Concepción Gimeno de Flaquer nació el 11 de diciembre de 1850 en Alcañiz, Teruel, en el seno de una familia acomodada que le ofreció un hogar feliz y unas oportunidades excepcionales para las jóvenes de su tiempo.

Joven periodista

Concepción pudo formarse en Zaragoza y fue en su época de estudiante cuando inició la que sería una extensa y prolija carrera periodística. Su primer artículo, publicado en El Trovador del Ebro, ya indicaba cuál sería el camino que tomaría: «A los impugnadores del bello sexo». En este su primer texto, se presentaba tímida, pero con las ideas claras: 

«Es la primera vez -y acaso sea la última- que escribo para hacer patrimonio del público mis ideas, desde que he entrado en el periodo de la adolescencia. […] Severa es la clase que ha de juzgarme, pero no me intimida esgrimiendo un arma tan poderosa como es la de la razón. […] Decidme ¿por qué hay individuos que censuran a la mujer? Por la ignorante rutina, más que por la sólida convicción del estudio. […] Detractores del bello sexo a quienes me he dirigido, no tratéis de menoscabar y deprimir lo que debe ser objeto de vuestro respeto y admiración, pues no podréis hacerlo sin confesar tácitamente que estáis dominados por esa lepra del alma, por ese crimen horrendo llamado ingratitud».

Años después, en 1870, se trasladó a Madrid donde continuó ejerciendo como periodista. Sus escritos, seguirían indagando en la situación de la mujer y reclamando igualdad. Unas reivindicaciones que desarrolló y compartió en las tertulias literarias en las que fue recibida con agrado por la alta sociedad madrileña.

Concepción Gimeno conoció en aquellos años a mujeres destacadas del mundo de la cultura como Ángela Grassi, Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán.

Defensora de la mujer

En 1873 dio un paso más en su carrera y pasó de ser periodista a directora de su propia revista, La Ilustración de la Mujer. Durante años, vivió centrada en sus artículos y en preparar sus primeros ensayos feministas como La mujer española: Estudios acerca de su educación y sus facultades intelectuales.

Cuando tenía veintinueve años se casó con Francisco de Paula Flaquer, director de publicaciones como La Aurora y el Álbum Ibero-americano. Ambos formarían una sólida pareja no solo a nivel personal, también a nivel profesional. 

«Es un error pensar que la mujer es pedante al cultivar su inteligencia. Una instrucción superficial podrá crear vanidosas insoportables; una instrucción sólida formará mujeres serias, sensatas, discretas».

En el verano de 1883 los Flaquer atravesaron el océano y se instalaron en México donde continuaron con su labor periodística fundando El álbum de la mujer: Ilustración Hispano-americana. Como en Madrid, Concepción formó a su alrededor una amplia red ilustrada participando en los salones de mujeres intelectuales con las que compartió sus anhelos feministas. 

España y América Latina

Desde México, emprendió un intenso viaje por distintos países americanos. Venezuela, Guatemala, El Salvador, Cuba, Argentina; sus palabras, su voz, se escucharon con interés y admiración en distintos foros intelectuales en los que continuó enarbolando la bandera de la igualdad entre hombres y mujeres. Discursos emotivos, sinceros, que insistían en la necesidad de instruir a las mujeres, en desterrar de una vez esa imagen de «sexo débil» y dar a todas ellas las herramientas necesarias para ser personas íntegras y capaces de valerse por sí mismas. 

«¡No mutiléis el entendimiento femenino con torpes diques a sus elevadas aspiraciones!».

En 1890, regresaron a España donde Concepción Gimeno de Flaquer continuó con sus escritos y sus conferencias; en las que, inspirada por todo lo aprendido de las sociedades que la habían acogido al otro lado del Atlántico, ensalzó su riqueza y valía. Una de las más importantes fue la disertación histórica titulada Civilización de los antiguos pueblos mexicanos que leyó en el Ateneo de Madrid. 

«Yo no quiero convertir a la mujer en adversario del hombre; lo que deseo es la conciliación de los intereses morales y materiales de los dos sexos. Que no vean los hombres en la mujer culta una rival, sino una aliada que les haga placenteras las horas de la vida con los encantos de su espíritu, es lo que debe anhelarse». 

Evangelio de la mujer

Como hiciera en América, Concepción emprendió en Europa un intenso viaje que la llevó a Italia, Francia o Alemania, donde fue recibida con gran respeto por los círculos intelectuales y feministas del momento. 

«No podían ser antitéticos el Cristianismo y la doctrina feminista. El Cristianismo es la religión de los débiles, de los oprimidos, del infortunado, lo mismo que el feminismo. Esta doctrina propónese redimir del cautiverio social a la mujer, dándole derecho a las profesiones liberales, industriales y científicas, para que la liberten de la miseria, y pudiendo asegurar su bienestar por medio del trabajo honrado, no tenga que ser víctima de los vicios del varón. Como el Cristianismo, el evangelio feminista es redentor; no quiere a la mujer esclava o cortesana cual lo fue en las sociedades antiguas».

Concepción Gimeno realizó una extensa labor literaria, entre artículos, conferencias, novelas y ensayos. En todos sus escritos defendió sus ideales sin tapujos.

Uno de estos textos, El evangelio de la mujer, escrito en 1900, resume a la perfección el modelo de sociedad que soñaba para las mujeres y los hombres. La obra empezaba con un mensaje de esperanza:

«¡Evangelios! Hermosa palabra que nos revela verdad, doctrina, buena nueva. Sí, buena nueva para la mujer es la esperanza de que en breve se realizarán los ideales acariciados por tanto tiempo. El siglo XVIII proclamó los derechos del hombre, el XIX ha concedido a la mujer en algunos pueblos los que aquí pedimos; el XX los otorgará».

Jesús y la mujer

Siguiendo la estela de otras grandes feministas, en su obra mostró el ejemplo de destacadas mujeres del pasado para demostrar que el «sexo débil» era una invención masculina. 

Concepción Gimeno defendió sin tapujos en El evangelio de la mujer, la importancia del cristianismo en el camino hacia la igualdad entre hombres y mujeres: 

«La mujer real alcanza todos los privilegios en la religión cristiana. Natural es que, impulsada por el entusiasmo, se convirtiera en ferviente propagadora de esa religión. No tuvo Jesucristo en el sexo femenino un Judas traidor, un Pedro que le negase y un Pilatos que le condenara. Mientras todos sus discípulos le abandonan, a excepción de San Juan, la mujer sigue a Jesús por todas partes, recogiendo sus doctrinas; aparece al pie de la cruz y después junto al sepulcro. Las mujeres prestaron importantes servicios a Jesús durante su pasión: la Samaritana apagó su sed, la Verónica enjugó el sudor de su frente, la Magdalena le ungió los pies con ricas esencias; mas la mujer debe enorgullecerse de haber sido premiada por el Salvador. A la piadosa mujer de Berenice en la batista con que le secó el rostro dejóselo impreso; concedió a Marta la resurrección de su hermano Lázaro; curó a la hija de la Cananca; perdonó a la mujer adúltera y dignificó a Magdalena ante el pueblo que la escarnecía. A Magdalena se la ve al pie de la cruz vertiendo lágrimas de dolor, y en el santo sepulcro sonriendo a la esperanza».

Concepción Gimeno afirmaba rotundamente que Jesucristo fue precursor del feminismo. 

En el invierno de 1911, regresaban a América, recalando en Argentina donde continuó realizando conferencias, escribiendo y participando en la vida intelectual. Una labor que recibió importantes reconocimientos como la medalla de oro de la Asociación del Consejo Nacional de Mujeres en Buenos Aires por su labor en defensa del feminismo.

Concepción Gimeno continuó viajando por Chile, Paraguay, Uruguay, expandiendo sus ideas, sin descanso, con gran entusiasmo, hasta que falleció en Argentina, el 11 de abril de 1919. 

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