El Santo Padre recordó ante los fieles presentes en la Plaza de San Pedro en Roma el Evangelio de hoy, donde Isabel se dirige a su prima la Virgen María con la frase “Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” (Lc 1,42).
“Estas palabras, llenas de fe, alegría y asombro, se han convertido en parte del ‘Ave María’. Cada vez que rezamos esta oración, tan hermosa y conocida, hacemos como Isabel: saludamos a María y la bendecimos, porque ella nos trae a Jesús”, dijo el Papa Francisco.
A continuación, el Papa Francisco explicó que María “acoge la bendición de Isabel y responde regalándonos el Magnificat, que podríamos definir como ‘el canto de la esperanza’”.
“Es un himno de alabanza y exultación por las grandes cosas que el Señor ha realizado en ella, pero María va más allá: contempla la obra de Dios a lo largo de la historia de su pueblo”, apuntó más tarde.
En esta línea, el Papa explicó el sentido de las palabras de María y aseguró que la Virgen “no busca hacer una crónica del tiempo, sino decirnos algo mucho más importante: que Dios, a través de ella, ha inaugurado un punto de inflexión en la historia, ha establecido definitivamente un nuevo orden de las cosas”.
“Ella, pequeña y humilde, ha sido elevada y -lo celebramos hoy- llevada a la gloria del cielo, mientras que los poderosos del mundo están destinados a quedarse con las manos vacías”, defendió.
Más tarde, el Santo Padre explicó que la Virgen “anuncia un cambio radical” y aseguró que “al hablar con Isabel, mientras lleva a Jesús en su vientre, anticipa lo que dirá su Hijo, cuando proclame bienaventurados a los pobres y a los humildes y haga una advertencia a los ricos y a los que confían en su propia autosuficiencia”.
“La Virgen, por tanto, profetiza: profetiza que no son el poder, el éxito y el dinero, los que prevalecen, sino el servicio, la humildad y el amor. Mirándola en la gloria, comprendemos que el verdadero poder es el servicio y que reinar significa amar. Y que este es el camino al Cielo”.
Ante esto, el Papa invitó a los fieles a hacerse las siguientes preguntas: “¿Esa inversión profética anunciada por María toca mi vida? ¿Creo que amar es reinar y que servir es poder? ¿Que la meta de mi vida es el cielo, el paraíso? ¿O solo me preocupan las cosas terrenales y materiales?”.
“¿Me dejo atrapar por el pesimismo o, como la Virgen, soy capaz de distinguir la obra de Dios que, a través de la mansedumbre y la pequeñez, realiza grandes cosas?”, dijo a continuación.
“Hoy, María canta la esperanza y reaviva en nosotros la esperanza: en ella vemos la meta del camino. Ella es la primera criatura que, con todo su ser, en cuerpo y alma, atraviesa victoriosa la meta del cielo”, defendió.
Por último, el Papa aseguró que “Ella nos muestra que el cielo está al alcance de la mano, si también nosotros no cedemos al pecado, alabamos a Dios con humildad y servimos a los demás con generosidad”.
“Ella, nuestra Madre, nos lleva de la mano, nos acompaña a la gloria, nos invita a alegrarnos pensando en el paraíso. Bendigamos a María con nuestra oración y pidámosle una mirada profética, capaz de vislumbrar el cielo en la tierra”, concluyó.
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